Cap.
X: Del castigo del cuerpo
1Hay muchos
que, cuando pecan o reciben una injuria, con frecuencia acusan al
enemigo o al prójimo. 2Pero no es así, porque cada uno
tiene en su poder al enemigo, es decir, al cuerpo, por medio del cual
peca. 3Por eso, bienaventurado aquel siervo (Mt
24,46) que tiene siempre cautivo a tal enemigo entregado en su poder,
y se guarda sabiamente de él; 4porque, mientras haga
esto, ningún otro enemigo, visible o invisible, podrá dañarle.
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