EN EL MANANTIAL

EN EL MANANTIAL
ESTUDIO DEL PINTOR

lunes, 16 de septiembre de 2019

ANGELUS SILESIUS, OFM








Un Dalai Lama en la cabeza
Ángela Boto


            Los neurocientíficos han constatado que estamos biológicamente equipados para la empatía, para sentir lo que sienten los otros. Esto es así gracias a unas neuronas llamadas espejo. Dicen que su descubrimiento hará tanto por la psicología como hizo el ADN por la biología.
            Bien es cierto que en muchas ocasiones no es más que una fórmula automática, pero resulta que eso de “te acompaño en el sentimiento” tiene un lugar en el cerebro y un fundamento científico. El mismo que explica la congoja que experimentamos al ver que Bergman y Bogart van a separarse para siempre al final de Casablanca, o el escalofrío que nos invade cuando al superhéroe Cruise le insertan brutalmente un chip a través de la nariz en la enésima entrega de Misión imposible. ¿No es cierto que basta que un niño comience a llorar para que haya un estallido casi general en la guardería? En definitiva, que los neurocientíficos han constatado que estamos biológicamente equipados para la empatía, para romper las barreras que nos separan de los otros y sentir como ellos. Y aún más, el cerebro humano tiene herramientas para leer las mentes ajenas y, en cierto modo, para predecir el futuro.
            Tan delicadas tareas corren a cargo de las denominadas neuronas espejo, rebautizas por Vilayanur Ramachandran, director del Centro de Cerebro y Cognición de la Universidad de California, como “las neuronas Dalai Lama” por su empatía y compasión. El mismo investigador ha llegado a afirmar que “el descubrimiento de las neuronas espejo hará por la psicología lo que el ADN por la biología”. Por su parte, el padre del hallazgo, Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), se muestra modesto cuando se le pregunta su opinión. “Es un poco exagerado, pero quizá Ramachandran tenga razón porque el mecanismo de espejo explica muchas cosas que antes no se comprendían”.
            El equipo de Rizzolatti las encontró por casualidad a principios de los años noventa, aunque, como ha explicado en alguna ocasión el investigador italiano, les costó varios años creerse lo que estaban viendo. Y no es para menos, porque lo que en su momento parecía ser simplemente un sistema de imitación de movimientos se está convirtiendo con los años y con los resultados de múltiples trabajos en una potencial revolución dentro de las neurociencias. En el sistema de espejo podría encontrarse la clave de nuestra condición como seres sociales, de los procesos de aprendizaje, de trastornos tan complejos como el autismo e incluso de la evolución del lenguaje.
            Pero eso no es todo, las neuronas espejo se perfilan como un auténtico pozo de sabiduría, hay quienes sugieren que en ellas se encuentran las bases de algo tan alejado hasta ahora de la biología como los sistemas éticos, algunas tradiciones místicas o la cultura.
            Como el propio Rizzolatti admite, su equipo tuvo la suerte de estar en el lugar justo para encontrar este tesoro neurológico. En aquella época estaban estudiando en monos un área de la corteza cerebral asociada al movimiento. Para ello habían conectado de forma permanente una serie de electrodos en la cabeza de los animales de tal modo que cuando cogían o movían objetos, el monitor emitía un chasquido que significaba que las neuronas se encendían, que estaban trabajando.
            Un buen día, los científicos descubrieron con sorpresa que los chasquidos no sólo aparecían cuando el propio animal recogía los cacahuetes y los abría, sino que también se podían oír cuando veía a otro mono o incluso a los investigadores hacerlo. Es decir, que para su cerebro era lo mismo llevarse la golosina a la boca o que otro lo hiciera. Es más, los investigadores comprobaron que el sonido de abrir el cacahuete era suficiente para que las neuronas de “me lo voy a comer”, más tarde denominadas espejo, se pusieran en marcha. Las técnicas de imagen confirmaron más tarde que los humanos también disponen de un sistema de espejo, pero más sofisticado.
            Aunque hay muchas preguntas por contestar en cuanto a la ubicación y distribución de las neuronas espejo en el cerebro sapiens, lo que parece claro es que la base del funcionamiento es la misma que en los simios. Cuando un individuo ve a alguien coger una pelota, su cerebro la coge también y vive todo el proceso de lanzarla como si realmente lo estuviera haciendo. De hecho, un trabajo realizado en el University College London con bailarines del London’s Royal Ballet y expertos en capoeira –una danza marcial brasileña– demostró que el cerebro de ambos grupos ejecutaba exactamente el mismo baile que estaban contemplando en una pantalla realizado por otros. Sus neuronas danzaban solas porque ellos ya habían aprendido los pasos y no necesitaban materializarlos con el movimiento de su cuerpo. La conclusión inmediata de este hallazgo la daba uno de los investigadores del grupo británico, Patrick Haggard: “Un bailarín lesionado podría conservar su destreza sin ni siquiera moverse, simplemente mirando a otros bailar”. Obviamente, semejante ventaja es aplicable a otras muchas disciplinas e incluso a la psicoterapia por medio de las visualizaciones o de la práctica mental.
            Pero el sistema de espejo no se detiene en los movimientos, sino que también refleja aspectos más sutiles del comportamiento, como son las emociones. “El mensaje más importante de las neuronas espejo es que demuestran que verdaderamente somos seres sociales. Nos ponen en el lugar del otro, pero no de forma abstracta o intelectual, sino sintiendo como él”, asegura Rizzolatti. Los científicos han constatado que las personas que obtienen una mayor puntuación en los test que miden la empatía presentan mayor actividad en las neuronas espejo. Por otro lado, numerosos experimentos han demostrado que la gente tiene tendencia a imitar de forma inconsciente los movimientos de los desconocidos porque esta especie de empatía motora facilita considerablemente las relaciones y la aceptación mutua. Eso sí, también se ha descubierto que las neuronas espejo no se dejan engañar por pantomimas; cuando se finge, estas inteligentes células ni se inmutan.
            Los múltiples estudios que experimentan con todo tipo de emociones no dejan de confirmar que lo que ocurre en el exterior se vive de igual manera en el interior. Por ejemplo, el asco. El cerebro se enciende del mismo modo cuando un individuo pone delante de su nariz unos huevos podridos que si ve a otra persona haciendo un gesto de repugnancia ante semejante olor. Lo bueno es que con las emociones o sensaciones positivas también funciona.
            En un estudio publicado el año pasado, Christian Keysers, de la Universidad de Groningen (Holanda), pudo constatar que existe lo que se podría denominar empatía por vía tópica, o si se quiere, empatía táctil. La corteza cerebral de un grupo de voluntarios que se prestaron para el experimento reaccionó igual cuando les tocaban suavemente la pierna que cuando veían que la caricia se hacía a otra persona. De hecho, los científicos afirman que el sistema de espejo puede explicar el gusto de algunos por la pornografía porque contemplar una escena tórrida altera las neuronas del mismo modo que protagonizarla. Claro que en este terreno y en el de las caricias hay otros muchos elementos que entran en juego y que no se pueden explicar con el sistema de espejo, así que es aconsejable seguir experimentando en directo.
            Keysers también ha observado que emociones sociales como la culpa, la vergüenza, el orgullo e incluso la humillación se reflejan en las neuronas espejo. Este investigador ha registrado la reacción de empatía de un observador ante el rechazo social. Todas esas emociones asociadas al contacto entre humanos tienen un lugar muy específico en el cerebro. Y lo que realmente convierte el sistema de espejo en el Dalai Lama que mencionaba Ramachandran es que una representación mental de lo que acontece en el mundo es suficiente para que se manifieste su empatía, o sea, que lo de “ojos que no ven, corazón que no siente” parece no ser cierto científicamente.
            «Tenemos un sistema que resuena. El ser humano está concebido para reaccionar ante los otros. El egoísmo, la idea de que cada uno tiene que hacer su vida y no ocuparse del resto son aspectos de la vida moderna. La naturaleza es justo lo contrario. Yo creo que cuando la gente dice que no es feliz y que no sabe la razón, es porque no tiene contacto social», dice Rizzolatti. Eso sí, tal como afirma Marco Iacoboni, otro experto en esta área de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA): “Sin la consciencia de uno mismo y del otro no es posible ponerse en el lugar del otro”.
            Las neuronas espejo están también estrechamente relacionadas con la educación y la cultura. La imitación es un elemento clave para el aprendizaje, y es precisamente el sistema de espejo el que permite imitar. “En Occidente, la imitación está muy mal vista, pero es la base de la cultura. Se dice: “No imites, tienes que ser original”. Es un error. Primero tienes que imitar, y después puedes ser original”, dice Rizzolatti. Desde el momento en que abandonamos el útero estamos en disposición de repetir lo que vemos en el entorno, se ha observado que bebés de tan sólo unos minutos de vida son capaces de sacar la lengua a un adulto que les está haciendo ese gesto.
            Parece que las neuronas espejo aportan una parte más de verdad al dicho “de tal palo, tal astilla” y añaden otra dosis de responsabilidad a los padres y educadores, que podrán verse reflejados en las generaciones que los siguen por la huella dejada en sus neuronas. En este sentido, los científicos hacen una interesante observación relativa a la exposición a escenas de violencia, bien en directo o en una pantalla. “El sistema de espejo puede activarse en el cerebro y facilitar la tendencia a volverse violento”, explica Iacoboni. Este hecho, unido a que algunos expertos afirman que estas neuronas son la base biológica de la cultura porque gracias a ellas se transmite de una generación a las siguientes, invita, cuando menos, a la reflexión sobre la herencia cultural y emocional. Y un dato a considerar, un trabajo publicado el año pasado sugería que a partir de los 15 meses los niños son capaces de detectar las acciones de los demás que están basadas en falsas creencias. “Nacemos con ciertas capacidades, pero la educación es muy importante. La sociedad refuerza los instintos básicos o va en contra de ellos”, afirma Rizzolatti.
            Y puesto que el sistema de espejo parece ser el testigo del presente en su camino hacia el futuro, es de suponer que también almacene el recorrido del pasado a modo de un ADN neuronal que porta la herencia cultural. “La aparición de un sofisticado sistema de espejo estableció las bases para la emergencia, en los primeros homínidos, de numerosas habilidades específicamente humanas tales como el lenguaje y la empatía”, asegura Ramachandran. De este modo, las innovaciones surgidas entre nuestros ancestros no se perdieron como peculiaridades exclusivas de un individuo que había logrado construir un raro utensilio que cortaba, sino que gracias a la imitación se fueron propagando entre los miembros del clan. Y de las herramientas a las construcciones, y del lenguaje a los sistemas filosóficos, y todavía no hemos terminado.
            Quizá una de las habilidades más llamativas de las neuronas espejo sea la de leer el pensamiento y anticipar el futuro. “Permiten leer la mente de los otros porque te ayudan a entender sus intenciones”, explica Iacoboni, líder del equipo que hizo el descubrimiento. De hecho, lo que parecen realmente activar estas células no es la acción en sí, sino su objetivo. Todo esto ocurre de forma inconsciente, no es necesario ningún esfuerzo, nuestro cerebro interpreta y responde a las intenciones sin que nos demos cuenta. “No pensamos lo que otra persona está haciendo o sintiendo, simplemente lo sabemos”, dice Vittorio Gallese, de la Universidad de Parma. Este baile de percepciones en el complejo entramado de relaciones sociales es el que aporta la gama de colores a los contactos entre individuos. Desde un punto de vista más básico también permite sobrevivir, porque no es lo mismo que el vecino de enfrente levante la mano para saludar que para golpear. Al igual que ocurre con la empatía, también en este caso hay personas con mejores antenas que otras para captar a los demás, presumiblemente su sistema de espejo es más activo.
            Una cuestión muy interesante relativa a la percepción de emociones y sensaciones es su relación con un estado corporal determinado. Antonio Damasio, prestigioso neurólogo que recibió el Premio Príncipe de Asturias 2005, lleva años trabajando en la Universidad de Iowa sobre la conexión entre mente y cuerpo. Para Damasio, el cerebro es una extensión del cuerpo, y hay una clara consonancia entre los sentimientos, las emociones y el estado físico.
            De forma sencilla, se podría decir que a cada emoción le corresponde un estado físico. En consecuencia, la empatía no es sólo un proceso mental, sino que implica a todo el cuerpo. Los espejos cerebrales captan lo que ocurre en el exterior, lo integran en sus redes y a continuación las emociones descienden desde las alturas neuronales como si de una ducha sensorial se tratara para encarnarse en el cuerpo. “Esto es realmente tener empatía. Por medio de un estado neural compartido en dos cuerpos diferentes […], el otro objeto se convierte en otro yo”, escribía Gallese en un artículo.
            La relación cuerpo y mente-emociones es algo muy presente desde hace mucho tiempo en las denominadas medicinas complementarias. Ahora, los científicos aseguran que semejante relación abre importantes perspectivas en el área de la psicoterapia. Donde ya está clara la implicación de las neuronas espejo es en el autismo. Numerosos trabajos indican que los individuos que padecen este trastorno, caracterizado precisamente por la incapacidad para comprender las acciones y las emociones de los demás, presentan una actividad anormalmente reducida del sistema de espejo. Disolver las barreras entre el individuo y lo que lo rodea es, según Ramachandran, la base de muchos sistemas éticos y, particularmente, de las grandes tradiciones místicas orientales.
            El sistema de espejo hace precisamente eso; por tanto, “puede usarse para proporcionar una base racional en vez de religiosa para la ética”. Y esto es sólo el principio de lo que se puede extraer de las neuronas espejo, porque se han convertido en el centro de interés de neurocientíficos, psicólogos, filósofos y antropólogos, sumergidos en un intenso debate sobre las implicaciones en numerosas áreas del conocimiento. En cualquier caso, lo que ya es evidente es que no hay excusa para no mostrar empatía y comprensión, todo el mundo lleva un Dalai Lama en su cabeza.

Giacomo Rizzolatti: ´Nuestra cultura se basa en la imitación´
            Nuestra condición de seres sociales ha contribuido a modelar el cerebro humano de una forma decisiva. Buena parte de lo que nos singulariza respecto al resto del reino animal procede de la interacción con los demás, que ha dejado un rastro neurológico crecientemente visible a través de los progresos en el conocimiento del cerebro. Y uno de los que más han contribuido a poner en evidencia la base neural de esos resortes sociales es el neurofisiólogo Giacomo Rizzolatti, codescubridor de las neuronas espejo, las que nos permiten ponernos en lugar del otro. Rizzolatti -premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica del año 2011, junto a los también neurobiólogos Joseph Altman y Arturo Álvarez-Buylla- defiende la importancia de algo tan, en apariencia, desacreditado como la imitación y la sitúa en el centro de nuestra cultura. "La imitación es buena. Los niños deberían aprender a imitar", propone.
-¿Las neuronas espejo son un elemento crucial para la interacción humana?
            -Podemos comprender a las personas de dos maneras bastante complicadas. Por un lado, de una forma lógica y, de otro, de forma inmediata. Si cojo una copa de agua, el que me observa comprende lo que hago a partir de los movimientos, que sería la manera lógica de entender esa acción. La forma comprensión inmediata consiste en que al percibir esa acción el observador dice 'va a beber' o 'va a mover la copa de sitio'. En lo emocional ocurre lo mismo. Si vemos a una persona llorando, comprendes que pasa algo, igual que interpretamos un emoticono. Lo que nosotros hemos hecho es poner en evidencia que esta manera inmediata de comprender a la gente tiene una base neurológica. Hay neuronas que descargan directamente cuando el sujeto hace algo o cuando ve a otro hacerlo, y en ambos casos tienes el mismo programa motriz.
-Desde una perspectiva evolutiva y considerando que una parte importante de nuestro desarrollo cerebral está vinculado a la socialización, ¿podemos decir que esas neuronas están en la base de la evolución humana?
            -Sabemos que los monos tienen este tipo de neuronas, sabemos que se comprenden, aunque desconocemos cómo establecen empatía entre ellos. No sabemos nada sobre este asunto en los roedores, pero sí sobre las aves, que tienen un centro para producir el canto y la misma neurona implicada en esa emisión sirve para entender el canto de otra ave. No es un sistema empático, pero sí de comprensión. En el caso de los seres humanos hay un mayor grado de empatía que en cualquiera de las otras especies, somos criaturas más sociales.
-La carencia de empatía que se da en ciertas patologías ¿puede guardar alguna relación con deficiencias en esas neuronas?
            -Eso es más complejo. En primer lugar, salvo psicópatas muy severos, todos tenemos esa reacción de empatía, algo que puede mejorar si se vive en un entorno que considera importantes ciertos valores sociales o puede disminuir si se incentiva el egoísmo o se enfatiza demasiado el éxito individual y no la persona como integrante de un grupo social. Hay quienes, por su trabajo, tienen que ser 'no empáticos', como policías o miembros de las fuerzas especiales. También los cirujanos, que no pueden llorar cuando están operando. A veces es importante también refrenar el sistema de empatía. Respecto a las personas que tienen empatía cero, ahí hay una patología, que les impide comprender las consecuencias de sus acciones, están seguros de que nunca les van a castigar, no tienen miedos... Es una patología más compleja, pero decir que no tienen neuronas espejo sería una equivocación, porque hay psicópatas que disfrutan con sus actos criminales y ese disfrute se deriva de comprender que el otro está sufriendo.
-¿Cómo operan las neuronas espejo?
            -Es un mecanismo bastante sencillo. Si tienes capacidad para hacer determinadas cosas y observas a una persona que está haciendo lo mismo, las neuronas espejo activan ciertos mecanismos motrices. Entiendes lo que está haciendo el otro porque tú también lo estás haciendo.
-¿Mentalmente?
            -Sí, neurológicamente. Al principio hubo quien interpretaba estas neuronas como algo mágico, que se descargaba una y ya está. Sabemos que hay todo un patrón de actividad ligado a ellas.
-Usted sostiene incluso que las neuronas espejo podrían estar en la base de nuestro lenguaje.
            -Estoy convencido de que es así, como sostengo en la teoría elaborada junto con Michael Arbib (director del Proyecto Cerebro de la Universidad Southern California). Sobre el origen del habla hay quienes piensan que tiene su origen en los sonidos de los animales, y otros que defienden una procedencia gestual. Pero las zonas neurales que controlan los sonidos de los animales no se corresponden con nuestro centro del lenguaje y están relacionados con las emociones. La cuestión es que no tenemos una comprensión inmediata del lenguaje, el consenso entre hablantes sobre lo que significa una palabra es complejo y, en cambio, hay sonidos muy ligados a determinadas acciones. Pero esto es un asunto muy polémico, aunque estoy convencido de que tenemos razón en nuestra teoría, que consiste en sostener que la estructura precursora de lo que es el área de Broca, el centro cerebral del lenguaje, contaba con un sistema para reconocer las acciones de los demás. Esa capacidad de interpretar las acciones permitió el desarrollo del lenguaje, que, en un primer, momento, consistiría en una comunicación con gestos de la boca y la cara.
-¿La neurociencia es todavía un ámbito de conocimiento muy abierto, en el que cuesta asentar ciertas bases?  
            -En la Academia de Ciencias de Francia estaba prohibida la controversia sobre el origen del lenguaje. La neurociencia no ha chocado con problemas fuertes respecto a esto, pero entre los psicólogos sí, porque hay un fuerte reduccionismo que provoca que la ciencia derive en ideología. En los últimos veinte o treinta años se ha producido un cambio de paradigma. Ahora tenemos un montón de estudios cerebrales y de imágenes que sustentan teorías que para la psicología ya no resulta fácil desechar.
-Las neuronas espejo son responsables de la imitación y de la comprensión de las acciones. ¿Qué papel juega la imitación en nuestro aprendizaje?  
            -Un tremendo papel. Aunque la imitación parece denigrante, resulta muy buena para nuestra cultura. Si inventas algo y yo puedo imitarlo, permanecerá en la sociedad. Si eso no es posible, desaparecerá. Nuestra cultura se basa en una serie de imitaciones, empezando por el paradigma experimental de la ciencia, que implica que todo experimento ha de ser reproducible para que tenga validez científica. La industrialización conlleva un alto grado de imitación, ahora todo el mundo copia a todo el mundo, sean coches u ordenadores. Los niños deberían aprender a imitar. La imitación es buena.
-¿Se refiere a una imitación inconsciente o deliberada?  
            -Para imitar bien hay que pensar. La imitación inconsciente puede llevar a imitar cosas que carezcan de sentido. La teoría del gen egoísta de Dawkins sostiene que el principal cometido de los genes es copiarse a sí mismos, algo que puede parecer un poco tonto.
-¿Y esas similitudes en el comportamiento gestual que a veces se dan entre padres e hijos o entre personas que conviven estrechamente responden a alguna imitación inconsciente?
            -Es un sistema de estabilidad que contribuye a crear vínculos de ayuda entre los miembros de un grupo.
-Un mundo en el que el contacto interpersonal es quizá más estrecho y continuado que nunca, a través de una amplia tecnología, pero cada vez menos cara a cara, ¿altera de alguna manera esas respuestas neurológicas?
            -Veo un peligro en eso. La comunicación con el cuerpo, el gesto, el tocar es mucho más natural y estableces vínculos más fuertes. Lo otro es más frío y no está en la base biológica de nuestra evolución. Ocurre con el teléfono. Es impresionante ver a dos novios hablando por teléfono cuando uno está casi al lado del otro. ¿Qué vínculo se crea así?
-A partir del conocimiento que tenemos de cómo se desarrolla esta interacción humana, de sus bases neurológicas, ¿cabe algún entrenamiento de esas capacidades?
-Aquí estoy un poco perdido. Estoy seguro de que podemos mejorar el sistema motriz y comprender el comportamiento social. Pero la emoción que acompaña a esa acción no sé cómo se hace. Quizás el arte pueda servir para eso, porque descansa sobre las mismas bases que las emociones. Pero esto es una especulación, no una teoría elaborada, aunque avanzar en ello quizá suponga avanzar en la empatía.
-La emoción podría considerarse un descubrimiento reciente en la neurofisiología. Antes parecía algo inmanejable para la ciencia. Ahora sabemos que tiene más peso del que creíamos en nuestro aparente comportamiento racional.
            -Nuestras decisiones tienen la misma probabilidad de éxito si se sustentan sobre una base racional que si lo hacen sobre una base emocional. Al menos eso sostiene cierto premio Nobel de Economía. Las emociones tienen una función tremenda en nuestras decisiones, aunque existe la tendencia a prevenir determinados comportamientos que se sustentan en ellas diciendo cosas como 'eres demasiado emocional'.

La curiosidad caracteriza al neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti, que se interesó por lo que albergaba originalmente el Hotel La Reconquista, en Oviedo, y su patio interior, y se sorprendió cuando supo que el edificio se concibió como un hospicio. El padre de las neuronas espejo irradia pasión, amor por lo que hace y también interés por divulgar.
¿Estamos en una sociedad que actúa básicamente por imitación?
            No creo, pero depende de lo que se entienda por imitación. Por ejemplo, en las escuelas no permiten que los alumnos imiten, prefieren que sean creativos. Aun así, la imitación está en todas partes.
¿Cree que en el proceso de aprendizaje tiene más importancia la práctica que la teoría?
            Se aprende de ambas formas. Creo que lo interesante de las neuronas espejo no son las imitaciones. Es la capacidad de comprender a la gente de forma automática, empática y emocional.
¿Se pueden fomentar el uso de las neuronas espejo como técnica pedagógica?
            Hasta la fecha se ha utilizado sólo en estudios preliminares. Los pacientes de un ictus, por ejemplo, ven a alguien llevar algo a cabo y también lo hacen y, así, se pueden recuperar antes.
¿El ser humano recurre a la imitación toda la vida o es más fácil para los niños?
            Aunque no somos máquinas de imitación, es algo importante, primordial en la infancia, pero también en la edad adulta. En un estudio reciente se demostró que se aprende a bailar mejor con el sistema de espejo. Los que lo usan, tienen esas neuronas más desarrolladas.
La falta de neuronas espejo explica el autismo…
            En este tema hay que ir con mucha cautela. Los hay que exageran. El autismo no es sólo un sistema de neuronas espejo estropeado. Es más complejo. En mi opinión, es un problema del sistema motriz. Por eso sabremos más cuando la enfermedad se detecte en el primer año de vida del niño cuando no esté desarrollada la movilidad, que es hacia donde van encaminadas las investigaciones.
¿El ser humano es empático por naturaleza?
            Hemos descubierto que todo el mundo tiene el mecanismo de la empatía, excepto algunas personas muy concretas. Es lo que nos pone en contacto con todos, en primer lugar con la madre. Ahora la clave está en qué hacer con este enlace.


Giacomo Rizzolatti, neurobiólogo. En 1996 provocó una convulsión en la ciencia al descubrir las neuronas espejo, responsables de que sepamos entender qué sienten los otros


            No los vemos ni los tocamos, pero ahí están. Son espejos en nuestros cerebros, neuronas que reflejan la actividad de los otros y que explican la empatía, la imitación, el legado cultural. Forman un sistema que permite que sintamos lo que sienten los demás.
Fue el neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti quien, al frente de su equipo de la Universidad de Parma (Italia) descubrió por casualidad en 1996 las llamadas neuronas espejo en los monos. Estaban investigando una zona de la corteza cerebral de los macacos vinculada al movimiento. Para comprobar la dinámica neuronal, los primates estaban monitorizados constantemente por medio de unos electrodos adheridos a sus cabezas. Cuando los monos se movían o agarraban algún objeto, unas se activaban.
            La traducción era un pico en el registro. Pero el chasquido se repitió –y eso es lo que ni Rizzolatti ni sus colegas esperaban– cuando los animales veían hacerlo a otros primates, o incluso a los investigadores. Había, pues, actividad neuronal cuando los macacos se comían un plátano y también cuando observaban a otros llevárselo a la boca. Era lo mismo para su cerebro.

          Si hay base bioquímica en el sistema espejo, valdrían hormonas para curar enfermedades
            El sistema espejo existe en los humanos, aunque es más complejo. Nos emocionamos al ver a unos amigos tener un hijo, sufrimos si alguien pierde a un ser querido, interiorizamos la tensión del héroe en peligro de la película. Empatizamos, les entendemos. Aprendemos. Imitamos. Las neuronas espejo explicarían por qué somos seres sociales en contacto con los otros, cómo cambia el lenguaje o cuál es la raíz del autismo. Y esto sólo es el comienzo. Rizzolatti se entusiasma relatando las hondas implicaciones de su descubrimiento. Vivaracho, habló la semana pasada en El Escorial sobre su hallazgo en los cursos de verano de la Universidad Complutense.
En 2000, el neurólogo Vilayanur Ramachandran predijo que su descubrimiento “hará tanto por la psicología como el ADN por la biología”. Usted siempre ha sido más prudente. Vistos los avances, ¿está ya convencido del salto?
            Fue muy halagador. Pero es cierto el enorme impacto en la neurobiología. Nos han citado más de mil veces, se abren nuevas vías de investigación. La traducción del sistema espejo es simple: participamos en la vida de los otros, sentimos y entendemos lo que sienten y entienden los otros.
En otras palabras, sabemos ponernos en la piel de cualquiera. Sí, con un matiz. Cuando decimos eso, nos referimos a un proceso cognitivo: me quiero poner en la piel de alguien. Sin embargo, las neuronas espejo nos hacen imitar al otro de forma automática, sin pensarlo. ¿Qué perspectivas se abren hoy?
            Muchas. Unos estudian su relación con la esquizofrenia, que podría ser una desregulación del sistema espejo. Otros, si existe en otros animales, además de en primates y humanos. Ya se ha descubierto en pájaros cantores, y si se diera en roedores, nos permitiría manipularlos, ensayar. Si hubiera base bioquímica en las neuronas espejo, se podrían utilizar hormonas u otras sustancias para curar enfermedades en humanos.

Los autistas no sienten nada dentro de sí mismos, no comprenden el porqué de las acciones de los otros
Sería el caso del autismo, ¿no?
            Los niños autistas no sienten nada dentro de ellos mismos, no comprenden el porqué de las acciones de los otros. Por eso se aíslan. Sus sistemas espejo están deteriorados. De ahí que haya que abordar el autismo desde la motricidad, buscando cómo encender sus espejos.
Hay un paso increíble en los humanos: leemos las intenciones de los demás, algo íntimo.
            Sí, hoy podemos afirmar que entendemos las que son básicas, las emocionales y las motoras. De las intenciones más complejas, cognitivas... no tenemos pruebas aún.
¿Cuándo comienza la imitación?
            A los pocos minutos de nacer, los bebés ya pueden sacar la lengua a un adulto que les lance ese gesto. Los niños desarrollan sus sistema espejo al tiempo que su sistema motor
Si aprendemos la empatía desde críos, ¿cómo explicar la actitud de asesinos o violadores?
            Suele haber una confusión. El sistema espejo hace que entiendas qué sienten los demás. Somos empáticos por naturaleza, pero el individuo y la sociedad pueden controlarlo. Un policía está entrenado para ser duro con el delincuente; un cirujano, para abrir en canal a alguien.
¿Y la creatividad? ¿La historia se reduce a la mera imitación?
            Copiar es la base de nuestro aprendizaje, gracias al sistema espejo. Sin imitación no habría cultura. Es más, somos grandes imitadores, no como los monos. Hacemos como los viejos pintores: iban al taller, la bottega del artista, aprendían y luego desarrollaban su estilo. ¡Veamos los primeros cuadros de Picasso! Una vez interiorizado, mejoramos, inventamos. Ahí llega la originalidad.