EN EL MANANTIAL

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ESTUDIO DEL PINTOR

viernes, 15 de marzo de 2024

5º domingo de Cuaresma

5º domingo de Cuaresma   Jn 12, 20-33 

Acabamos de oír el último discurso público de Jesús en el templo. La última controversia con “los judíos”. Los jefes ya han decidido su muerte. El Cristo no puede morir, dicen algunos, y es cierto que el elegido de Dios no puede fracasar; pero Jesús irá a la cruz, lo cual es un escándalo. Pero, para el que ha querido ver, Jesús les pone, y nos pone, en la tesitura de elegir entre esa teología racionalista nacida de sus mentes o su Palabra, porque su enseñanza se está convirtiendo ya en opción definitiva: “La luz aún está con vosotros, por poco tiempo. Caminad mientras haya luz, no vaya a ser que os alcancen las tinieblas. El que anda en tinieblas no sabe a dónde va. Mientras tenéis luz, creed en la luz, y seréis hijos de la luz”.

¿Hasta dónde estamos dispuestos a aceptar la cruz? Es la cumbre de su tarea: dar la vida como expresión máxima de su entrega a su misión, a la voluntad del Padre, en la cual vemos la expresión del amor de Dios.

…Cristo crucificado, necedad para los sabios, escándalo para los judíos…

En una primera mirada, siempre nos produce horror. ¿Siendo su Padre el Dios del amor, cómo puede permitir esto? Así el Crucificado no es otra cosa que escándalo, y todos los crucifijos-adorno no son otra cosa que signos de superficialidad, casi blasfemia. Significa que no nos afecta el horror de la cruz.

En una segunda mirada, el Crucificado es misterio que no podemos entender, pero a pesar de lo cual seguimos creyendo en Dios Padre. No podemos entender que Jesús, el mejor de los hombres, el más inocente y el más limpio, tenga que acabar así ante la inoperancia del que se llama Padre y le llama “mi predilecto”. A pesar de lo cual, seguimos creyendo, porque tenemos suficientes evidencias para aceptar a Jesús y su mensaje sobre el Padre. Creemos a pesar de la cruz de Jesús: Creemos en Dios Padre a pesar de la cruz de tantos humanos crucificados por el mundo. En esta línea los crucifijos se ocultan, los miramos con estremecimiento, nos atrevemos a mirarlos de vez en cuando porque desafían nuestra fe.

Una tercera mirada entiende la dimensión última del amor en un mundo lleno de mal. Jesús, el hombre lleno de Espíritu, hace de su vida entera una pelea contra el mal y la oscuridad. Por eso cura y enseña. Y por eso el mal se le opone y buscará matarlo. En Jesús vemos a Dios luchando contra el mal, la enfermedad, la ignorancia y el pecado. Y esta lucha le va a llevar hasta el final, hasta dar la vida. Y vemos en Jesús a Dios llegando hasta el final, porque obras son amores. La cruz es la cumbre de su lucha y su entrega. Así, creemos en Jesús precisamente porque no baja de la cruz. Y por Jesús crucificado creemos más en el amor de Dios. Y los crucifijos se convierten en nuestro desafío a la lógica del mal. Pero esto supone una completa revolución de nuestros criterios, nuestra teología y nuestra manera de vivir.

Habíamos pensado en Dios como dueño del bien y del mal, Señor absoluto que produce de alguna manera los males del mundo, que podría considerarse incluso como “culpable” de la cruz de su hijo. Jesús crucificado nos dice que el mal está ahí, y Dios está enfrente, peleando contra el mal. El mal está en la deformación religiosa, en los cambalaches políticos, en la soberbia dogmática, en las trampas económicas, en los sentimientos de venganza, de lujuria, de… El mal está ahí. Y Dios no está en el origen de eso, sino enfrente, peleando contra todo eso. Jesús está también enfrente, enfrentado al mal. No es el Dios lejano inatacable por el mal; es el hombre, que puede, que tiene que sufrir el mal; pero el hombre lleno de Espíritu, que es capaz de triunfar del mal, aunque el mal parezca, a primera vista, derrotarle.

Algunas cosas sólo las podemos entender aceptando la Palabra, que ante nuestra razón tantas veces se manifiesta como locura. En ciertos niveles, nuestra lógica no puede sino naufragar. Querer comprender a Dios es como tratar de coger agua con un cesto. De Dios sabemos lo que Él nos ha dicho, con todo lo demás siempre nos arriesgamos a “hacerlo a nuestra imagen y semejanza”.

Y otro tanto sucede cuando tratamos de comprender al ser humano, porque el barro lo podemos analizar, pero ¿qué microscopio nos mostrará al Espíritu de Dios que habita ese barro?

De Dios sólo podemos entender lo que Jesús nos muestra… Pero esa fascinación se tambalea al verle crucificado: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; el que odia su vida en este mundo, la guarda para la vida eterna”.

Por esta razón, la cruz no puede separarse de la resurrección. La cruz muestra el final de la lógica, es locura y escándalo; el mal parece más fuerte que Dios, nos quedamos sin esperanza.

Jesús resucitado es la lógica de Dios: la fuerza del Espíritu es mayor que el mal, aunque pueda parecer sometida y vencida. Por eso, la cruz es una evidencia de los sentidos, como el mal. Pero la resurrección, la fuerza del Espíritu, es objeto de fe.

Jesús sufre y muere, como todo ser humano, pero no desaparece, como nadie desaparece, ni ningún bien, porque Dios no muere. Y la muerte no es más que el final del engaño, el final del poder de las tinieblas, el final de la apariencia. Sólo muere lo que no es verdad. El Espíritu no muere. Ni las obras de la luz. Ni Jesús, porque está lleno del Espíritu. Ni nosotros, si lo estamos…

 

martes, 5 de diciembre de 2023

INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA Lc 1, 26-38

1º VIERNES DE ADVIENTO  

(S) Inmaculada Concepción de la Virgen María,  Lc 1, 26-38

 

La vida de María es la vida de todo ser humano donde hay presencia de gozos y de dolores. Ella nos enseña a abrirnos a estos misterios cotidianos. La Palabra viene sobre cada uno de nosotros en unas coordenadas de espacio y tiempo concretos. Sobre María vino «A los seis meses… en Nazaret». Y la primera Palabra de parte de Dios es «alégrate…». Venimos de la alegría de Dios. El ángel no le dice quién es Dios, sino «no temas, está contigo».

Podemos contemplar la humanidad de María con sus dudas y preguntas y, también, podemos ver cómo esta mujer es llenada por Dios. El anuncio no tiene lugar en la ciudad santa, Jerusalén, ni en el lugar sagrado del templo, ni el momento de la oración… sino en un lugar anónimo y desconocido, Nazaret, en un espacio profano, en el corazón de la cotidianeidad. En la casa, en la normalidad de la vida, Dios nos roza, nos toca. Y, cuando Dios se acerca, trae una caricia, un anuncio de felicidad. Su cercanía conforta la vida: «Jaire, alégrate» … Sé feliz. Cuanto más evangelio entra en nuestras vidas, más vivos estamos. Dios nos sueña desplegados.

El sueño de Dios es para nosotros un “cómo”. El “qué” no podemos elegirlo, mientras que en los “cómos” se nos juega la vida. «¿Cómo será esto?», se pregunta María. ¿Cómo puedo acoger esto que me pasa?, nos preguntamos. ¿Cómo estoy viviendo este tiempo- sea lo que sea que me toque vivir- de manera que me lleve a más amor, a más cuidado, a más apertura a lo imprevisible de Dios?

La segunda palabra del ángel es «kejaritomene, llena de gracia». Dios se ha enamorado de ti, Dios te ha agraciado. María no está llena de gracia porque ha respondido sí a Dios, sino porque Dios le ha dado antes su “sí”. Dios ha llamado a su puerta y ella ha abierto, ha consentido libremente a su acción y a su cariño. En el hueco de su cuerpo, en su acogida confiada, la misma vida de Dios se teje en la historia. San Efrén lo dirá muy bellamente: “Habitó en el seno de una muchacha Aquél que llena de sí el mundo”.

Celebrar la “Anunciación del Señor a la Inmaculada” es celebrar que la vida de Dios está en el fundamento de todo ser humano, que en cada uno de nosotros hay una huella de bondad, un lugar inocente, que permanece intacto pase lo que pase. Por María sabemos que en un lugar del corazón hay un espacio inmaculado desde el que somos incapaces de dañar. Cuando lo descubrimos en ella, podemos creer que también nos es ofrecido a nosotros. Un lugar de Dios que no ha sido tocado por nada ni por nadie. “Cada persona tiene un núcleo sano en su interior. En él está entera y está sana, tiene conciencia de que Dios la ama y la contiene”.

A Dios le gustamos como somos y nos sueña más preciosos todavía. Que sea un día de acoger este “SI” primero de Dios a nuestras vidas con todo. Que seamos hombres y mujeres bendecidos por las ganas de vivir.

Y alegrémonos muy especialmente por ese pequeño detalle de que el Creador, para entrar en su creación, le pidiese permiso a la más radiante de sus criaturas…, no por nada que ella hiciese, sino por lo que Él hizo con ella…

 

 

sábado, 17 de septiembre de 2022

SAN FRANCISCO DE ASÍS 2022

   SAN FRANCISCO DE ASÍS

En cierta ocasión paseaban el hermano Francisco y el hermano León a través del bosque. Estaban acostumbrados los dos a esas caminatas silenciosas a través de la gran Naturaleza. Al cruzar un torrente, de agua blanquísima y exultante, con breves relámpagos azules, se detuvieron un momento.

-¡Hermana agua! -gritó Francisco, acercándose al torrente-. Tu pureza canta la inocencia de Dios.

Saltando de una roca a otra, León atravesó corriendo el torrente. Francisco le siguió. Tardó más tiempo. León, que le esperaba de pie en la otra orilla, miraba cómo corría el agua limpia con rapidez sobre la arena dorada entre las masas grises de rocas. Cuando Francisco se le juntó, siguió en su actitud contemplativa. Parecía no poder desatarse de ese espectáculo. Francisco le miró y vio tristeza en su rostro.

-Tienes aire soñador -le dijo simplemente Francisco.

-¡Ay si pudiéramos tener un poco de esta pureza -respondió León-, también nosotros conoceríamos la alegría loca y desbordante de nuestra hermana agua y su impulso irresistible!

Había en sus palabras una profunda nostalgia, y León miraba melancólicamente el torrente, que no cesaba de huir en su pureza inaprensible.

-Ven -le dijo Francisco, cogiéndole por el brazo. Empezaron otra vez los dos a andar. Después de un momento de silencio, Francisco le preguntó a León:

-¿Sabes tú, hermano, lo que es la pureza de corazón?

-Es no tener ninguna falta que reprocharse -contestó León sin dudarlo.

-Entonces comprendo tu tristeza -dijo Francisco-, porque siempre hay algo que reprocharse.

-Sí -dijo León-, y eso es, precisamente, lo que me hace desesperar de llegar algún día a la pureza de corazón.

-¡Ah!, hermano León; créeme -contestó Francisco-, no te preocupes tanto de la pureza de tu alma. Vuelve tu mirada hacia Dios. Admírale. Alégrate de lo que Él es, Él, todo santidad. Dale gracias por Él mismo. Es eso mismo, hermanito, tener puro el corazón. Y cuando te hayas vuelto así hacia Dios, no vuelvas más sobre ti mismo. No te preguntes en dónde estás con respecto a Dios. La tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento todavía humano, demasiado humano. Es preciso elevar tu mirada más alto, mucho más alto. Dios, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor. El corazón puro es el que no cesa de adorar al Señor vivo y verdadero. Toma un interés profundo en la vida misma de Dios y es capaz, en medio de todas las miserias, de vibrar con la eterna inocencia y la eterna alegría de Dios. Un corazón así está a la vez despojado y colmado. Le basta que Dios sea Dios. En eso mismo encuentra toda su paz, toda su alegría y Dios mismo es entonces su santidad.

-Sin embargo, Dios reclama nuestro esfuerzo y nuestra fidelidad -observó León.

-Es verdad -respondió Francisco-. Pero la santidad no es un cumplimiento de sí mismo, ni una plenitud que se da. Es, en primer lugar, un vacío que se descubre, y que se acepta, y que Dios viene a llenar en la medida en que uno se abre a su plenitud. Mira, nuestra nada, si se acepta, se hace el espacio libre en que Dios puede crear todavía. El Señor no se deja arrebatar su gloria por nadie. Él es el Señor, el Único, el Solo Santo. Pero coge al pobre por la mano, le saca de su barro y le hace sentar sobre los príncipes de su pueblo para que se vea su gloria. Dios se hace entonces el azul de su alma. Contemplar la gloria de Dios, hermano León, descubrir que Dios es Dios, eternamente Dios, más allá de lo que somos o podemos llegar a ser, gozarse totalmente de lo que Él es. Extasiarse delante de su eterna juventud y darle gracias por sí mismo, a causa de su misericordia indefectible; es la exigencia más profunda del amor que el Espíritu del Señor no cesa de derramar en nuestros corazones, y eso es tener un corazón puro,  pero esta pureza no se obtiene a fuerza de puños y poniéndose en tensión.

-¿Y cómo hay que hacer? -preguntó León.

-Es preciso simplemente ‘no guardar nada de sí mismo’. Barrerlo todo, aun esa percepción aguda de nuestra miseria; dejar sitio libre; aceptar el ser pobre; renunciar a todo lo que pesa, aun el peso de nuestras faltas; no ver más que la gloria del Señor y dejarse irradiar por ella. Dios es, eso basta. El corazón se hace entonces ligero, no se siente ya el mismo, como la alondra embriagada de espacio y de azul. Ha abandonado todo cuidado, toda inquietud. Su deseo de perfección se ha cambiado en un simple y puro querer a Dios.

 

 

lunes, 9 de mayo de 2022

DIVINO TRÁNSITO

MISA FUNERAL: ASCENSIÓN (CHON)

…“LLENAR EL DOLOR DE SENTIDO”…  es lo que hace Cristo acompañándonos por donde nadie puede acompañarnos, mostrándonos que siempre queda una puerta abierta, que su resurrección es también la nuestra...              

“Algo que tenemos que aprender a reconocer es que en la vida no hay explicación para todo y en la fe tampoco”. Nosotros podemos resolver enigmas, pero en el misterio solamente podemos profundizar cada día un poco más. Algo hay evidente, “surgimos de las manos del Amor de Dios y el Amor de Dios siempre entrega eternidad… que ya empieza aquí, si nos dejamos inundar por su Gracia, pero que sabemos no tiene aquí su plenitud…

En un determinado momento la fe puede querer ser para los creyentes un sustituto de la falta de explicación del mundo y entonces buscamos un “porqué”, pero este es un camino muy peligroso, porque a veces no lo hay. Entonces no se trata de vivir con una explicación, sino en una aportación de vivir con fe, por más que a veces nos cueste creerlo, que “toda situación está en las manos de Dios”.

A veces -por enfermedad, por muerte- la vida contradice nuestras expectativas, y nosotros que somos personas que necesitamos orden para vivir, que necesitamos lógica, cuando eso no se da no sabemos qué hacer, nos sentimos inciertos, no sabemos dónde apoyarnos, dónde ir y buscamos siempre algo que nos dé seguridades: “si toco esto no me va a pasar nada, si rezo diez veces una oración no me va a pasar nada…”, pero la vida no funciona así, y lo sabemos.

Una y otra vez la vida nos pone ante los ojos que somos seres limitados, frágiles, amenazados y que por más que digamos que todo va a ir bien, algunas cosas no van a ir bien. Y es precisamente en esas situaciones adversas que se nos llenan de preguntas cuando nos toca descubrir que la verdadera cuestión no es el ¿por qué?, sino ¿qué hago yo con todo eso que me ha venido?, ¿qué puedo hacer con todo mi dolor?¿Cuál es el verdadero misterio de la vida y de la muerte…?

Ante el dolor inexplicable es importante, antes de dar respuestas, llorar con el que llora, acompañar a los que sufren. Corremos el peligro, ante el dolor, de responder negativamente, de ensimismarnos, de encerrarnos en nosotros mismos, porque es lo primero que hace el dolor, como cuando en la cama nos ponemos en posición fetal, protegiéndonos contra todo, como se encoge el cuerno de un caracol cuando lo tocamos; y comenzamos a sentir autocompasión, convenciéndonos de que nada merece la pena.

Nos toca aprender a encarar el dolor positivamente, descubrir la compasión, porque el dolor propio nos hace entender qué les pasa a los demás. El dolor puede generar empatía y la empatía puede generar comprensión y la comprensión genera encuentro y solidaridad.

Debemos tener muy presente siempre que “el icono de la fe es Cristo-Crucificado”, donde se concentra la mayor contradicción del mundo: “lo que es más de Dios está frustrado, está muerto”.

Pero, lo que nos dice la fe es que esa situación está en manos de Dios, y es a partir de ahí cuando nos toca optar, movernos, -“porque en la Cruz, Jesús nos precede”- él sabe lo que nos pasa cuando el dolor nos rompe, y nos acompaña a vivirlo, ofreciéndonos su fe.

No nos quita el dolor, pero lo llena de sentido, y nos mueve para que la vida no quede presa, atrapada, cerrada, sino que pueda seguir dando de sí.

El mundo va a ser siempre contradictorio y no sabremos explicarlo nunca del todo, pero en medio de la contradicción Cristo nos ofrece un camino de fe y un camino de empatía y de amor hacia los demás. Y ese es el Camino, si pretendemos la ‘Verdad’ y la ‘Vida’.

Todo esto tiene mucho de “Gracia”: ¿por qué no podemos hacerlo cuando queremos? Porque no depende solo de nosotros, depende de quién nos rodea, de qué nos dicen, del contexto, de que sepamos resistir y esperar -por eso, para un cristiano es fundamental rezar, pero la oración como “contemplación de Cristo-Crucificado”, de lo que verdaderamente es Cristo.

Nos toca aprender a crear “momentos de calidad” -los orantes igual que los amantes-.

Fundamental en los momentos de dolor es: no encerrarnos, llorar, dejarse acompañar, hacer silencio ante la Cruz de Cristo y dar tiempo. Los brotes de dolor seguirán arrastrándonos, pero todo está en las manos de Dios, porque el amor es más fuerte que la muerte…, nos lo dice Cristo-Crucificado, que es la manifestación de hasta qué punto Jesús ha sido libre, solidario y hombre de paz.

«Dios antes aún de crearnos nos amó, con un amor que nunca ha disminuido, y nunca se desvanecerá. Y en este amor Él hizo todas sus obras, y en este amor Él hizo de modo que todo tenga su sentido, su misión, y en este amor nuestra vida dura para siempre… En este amor tenemos nuestro principio, y todo esto lo veremos en Dios sin fin».

Nuestra hermana Ascensión (Chon), nuestra madre, nuestra esposa, nuestra abuelita, nuestra amiga del alma, ya ha cruzado ese puente que unía su corazón, al corazón de Dios…    

Descanse en paz.

 

miércoles, 13 de abril de 2022

1ª MISA, SEPTIEMBRE 2007. LAS PEDROÑERAS


PRIMERA MISA: HOMILÍA... EN LAS PEDROÑERAS 

Septiembre 2007

         

Queridas hermanas y hermanos...¡PAZ Y BIEN!...

 

Mi vida como cristiano se inició en esta iglesia

de Las Pedroñeras.

Aquí fui bautizado,

aquí tomé la primera comunión,

aquí me confirmaron...,

aquí fui irreverente y soberbio

en más de una ocasión

y aquí juré con orgullo adolescente

que jamás volvería a entrar aquí.

La necedad juvenil siempre es atrevida.

 

Dice el profeta Isaías:

“Mis planes no son vuestros planes,

vuestros caminos no son mis caminos

 –oráculo del Señor-.

Como el cielo es más alto que la tierra,

mis caminos son más altos que los vuestros,

mis planes, que vuestros planes.

Como la lluvia y la nieve caen del cielo,

y sólo vuelven allí después de haber empapado la tierra,

de haberla fecundado y hecho germinar,

para que dé simiente al que siembra

y pan al que come,

así será la palabra que sale de mi boca:

no volverá a mí de vacío,

sino que cumplirá mi voluntad

y llevará a cabo mi encargo”.

 

La Palabra de Dios es una palabra viva,

que quema,

que siempre nos interpela,

porque cuanto es el ser humano ante Dios

tanto es y no más.

 

El evangelio de hoy,

-porque hoy se cumple esta palabra-

nos invita a anunciar la luz,

a ser sus testigos...

¿Qué puedo decir de mí?

Que me sorprende la paciencia que Dios tiene conmigo,

y que una y otra vez no puedo evitar decir:

¿Por qué te empeñas en quererme tanto?

No encuentro para todo esto otra explicación

que las oraciones de mi abuela Guadalupe

a la que de crío recuerdo que le preguntaba:

¿Por qué vas tanto a misa?

Y ella siempre,

con una sonrisa,

me respondía lo mismo:

¡Por los que no van nunca!...

Luego la vida gira y gira...

         Únicamente recuerdo que caí;

ya lo había hecho en ocasiones anteriores,

incluso voluntariamente,

por el placer del vuelo,

pero esta vez era diferente.

Incluso, como protección, olvidé su nombre.

Ni tan siquiera me quedaban ganas de volver a levantarme

-¿para qué, si nunca se llega a nada?-

Estaba agotado,

sin fuerzas,

todo parecía haber sido en vano...

y sin embargo...

       Al Señor lo encontramos

–“aunque realmente es Él quien nos encuentra a nosotros”-...

pues eso, lo encontramos siempre llamándonos;

y lo hace con palabras y voces muy naturales,

que podemos oír muy bien,

muy claras;

otra cosa es cómo escuchamos,

el caso que le hacemos,

la respuesta que le damos...

 

   -“Conozco tus obras y tus trabajos,

y sé que sufres pacientemente por mi causa;

no soportas a los malvados,

pusiste a prueba a los que se llamaban a sí mismos apóstoles

y los hallaste mentirosos.

Conozco tu paciencia

y lo que has sufrido por mi nombre sin desfallecer.

Pero tengo contra ti

que has perdido tu amor del principio”-.

 

     Esta cita del Apocalipsis

la leí en la crítica que se hacía a un libro

–“de cuyo título no consigo acordarme,

ni del nombre del autor,

ni del nombre del crítico”-

en el suplemento cultural de un periódico

que no se distingue precisamente por su talante religioso.

        Era domingo por la mañana,

y yo desayunaba en la terraza de un bar,

frente a la iglesia,

donde era raro que entrase,

en la plaza de Santa Gertrudis,

en el centro de la isla de Ibiza...      

Es poco más lo que recuerdo de aquella mañana,

otra entre tantas mañanas de domingo;

pero esta cita se me quedó grabada

como si en aquel momento cada palabra hubiese sido dicha para mí...:

-“PERO TENGO CONTRA TI QUE HAS PERDIDO TU AMOR DEL PRINCIPIO”-...

 

¿Qué me había pasado?

¿Qué había sucedido con mi amor del principio?

¿Cuál era ese amor del principio que había perdido?

¿Qué me estaba pasando?

¿Por qué sentía aquellas palabras de un modo tan personal?...

¿Quién parecía no haber dejado de pensar en mí?

¿Para qué, para quién vivía?...

 

    ...Creo recordar

que la lista de preguntas se me hizo interminable;

y algo, sin saber muy bien qué,

en lo más profundo,

comenzó a cambiar dentro de mí...

    ...Una tarde,

hablando en el bar con don Antonio,

el párroco de San Miguel, me dijo:

-“Las bendiciones nos caen del cielo,

pero nosotros nos empeñamos en abrir el paraguas

y no nos dan,

nos protegemos

para que no nos alcancen”-...

 

    Tras un año sabático,

aquí en el pueblo,

emprendí un viaje al final de la tierra,

durante el cual

me encontré con san Francisco de Asís,

el otro Cristo...

Esta es una metáfora,

muy fácil de explicar:

La meta del viaje era el cabo de Finisterre...

en Galicia,

y sea como fuere,

cuando por fin llegué allí...

me llevaron...

los franciscanos de Santiago de Compostela,

con los que ya llevaba viviendo dos años...

el resto fue dejarse ir...

¿Cómo daré gracias al Señor por todo el bien que me ha hecho?...

¿Cómo daremos gracias?...

¿Cómo damos gracias?...

 

     ...Todo ser humano

es llamado de algún modo

para algo

que ciertamente,

con frecuencia,

él aparta de su camino.

Hay una soledad

que nos descubre presentes

en un estrecho saliente rocoso,

entre los abismos,

donde no hay ninguna seguridad

de un saber expresable,

sino la seguridad del encuentro

con lo que permanece oculto...

   ...Dios toma al ser humano donde se encuentra,

en su necesidades más humildes

y cotidianas,

para conducirlo a otra parte,

a otra agua,

a otro vino

y a otro pan…,

Dios conduce al ser humano más allá de su misma búsqueda...

¿Y qué era eso tan importante?...

... somos amados antes que amantes”...

 

      ...Hay un fuego,

con el que tropezamos

más tarde o más temprano,

que nos exige descubrir su más íntima esencia...

¿Tendremos la valentía de arder?...

 

      ...El que viene

vino por su propia voluntad,

saliendo del misterio de su lejanía,

no hicimos nosotros que Él viniera. 

...Por lo demás,

sabemos que en todas las cosas

interviene Dios para el bien de los que le aman,

de aquellos que han sido llamados según su designio,

de todos,

aunque ignoremos cómo...

¿o no lo ignoramos? ...

 

      ...Personalmente,

hubo un tiempo

en el que aspiraba conseguir-conquistar

–“lo máximo”-

que pudiese alcanzar un ser humano

en su vida sobre la tierra...

El Señor me enseñó,

me sigue enseñando,

que las cosas que de verdad importan

no son algo que debamos conquistar...

se trata de saber acoger...

y algo así únicamente se logra

abandonándose en sus manos,

sabiendo y sintiendo

que todo depende de Él,

pero actuando al mismo tiempo

como si Él no existiese,

como si todo dependiese única y exclusivamente de nosotros...

   ...Volveremos a equivocarnos,

a veces parece que la libertad

y el amor

con que nos creó

no sirviesen para otra cosa que eso...

para equivocarnos...

 

    ...Pese a todo,

será conveniente no olvidar nunca,

nunca, nunca,

lo que vino a decirnos Jesús de Nazaret...,

...que Las Puertas de la Misericordia del Cielo

no se cerrarán

aunque no haya ni un justo sobre la tierra.

                                   Es así de verdad.../.

 





ANTEA, LA VIRGEN ROJA DE DONDE NACEN LOS RÍOS…

Nos perdimos camino de los manantiales,

añorando los orígenes, pues los peligros endurecieron nuestro corazón;

ya el polvo del camino, o la rutina, o una costra de indiferencia,

para protegernos de los sinsabores de la vida,

y, para que todo no vaya a peor, seguramente,

con la mejor intención, “aguamos”,

quién sabe si con la intención de convertir en vino.

Y sabemos, porque no se trata de la primera vez,

que eso termina no funcionando del todo,

por eso la añoranza de los orígenes,

de aquello, lo que fuese, en toda su autenticidad…

 

Ante esta feria de las vanidades, Antea baja la mirada

al tiempo que nos frece la “escalera al cielo”,

que nos entrega bendiciéndonos;

quien por el agua nos hace divinos e infinitos,

y nos pide serlo…

¡si no tuviésemos tanto miedo!

 

Porque nosotros

parece que siempre tenemos necesidad de estar en otra parte,

proyectando viajes, olvidando siempre el momento presente.

Como a una urraca, nos siguen aturdiendo los objetos brillantes,

y hemos llegado a imaginar el precio de nuestros pasos,

incluso cuando las tiendas están cerradas

olvidando, a propósito,

que con una palabra podríamos conseguir el universo…

 

Parece que las señales sólo quieren equivocar los caminos,

¿quién, entonces, se atreve a buscar seguridades?

Todos los pájaros están en todos los árboles cantando,

y por no tener, hasta carecemos de dudas…

 

Ya estuvimos allí, y allí, y allí también,

y hemos bailado todas las danzas

alrededor de todos los fuegos,

al compás de todos los cánticos hipnóticos…

 

Sopla el viento, arrastrando con él todos los caminos…

 

Y nos ha sido dado conocer

Que “mientras serpenteamos por los caminos,

-aunque a veces tropecemos e incluso caigamos-,

nuestras sombras nunca serán más altas que nuestra alma”…

 

Inunda Antea, la Virgen Roja de donde nacen los ríos

con su sola presencia

el espacio-tiempo…

Con esa suave danza que muestra a los hijos de la luz:

“Quién es el Camino, y la Verdad, y la Vida”…

 

Y si escuchamos atentamente,

la melodía nos llevará, paso a paso,

incluso más allá de lo que jamás nos atrevimos,

o no fuimos capaces de imaginar,

dándosenos descubrir lo proyectado desde el origen del mundo:

 

«Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo

cuando llegase el momento culminante:

recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra» (Ef 1, 9b-10).

 

Entonces sabrás por qué eres temido por los hijos de las tinieblas,

y no podrás rendirte…

Porque tú eres el estandarte de lo divino,

el creado a su imagen y semejanza…

…¿Quién es como Dios?...

 

Eterno espíritu del valle,

portal interminable,

como raíz del cielo y de la tierra.

Siendo sin estar

y estando sin ser…

Mutación inagotable,

dama de luz,

regalando maravillas…

 

Y así, su palabra,

como la de los cielos,

“sin hablar,

sin pronunciar,

sin que resuene su voz,

a toda la tierra alcanza su pregón,

y hasta los límites del orbe su lenguaje”…

 

La eternidad a la que Dios nos invita

se oculta en el ahora de cada instante de nuestra vida.

Y nada de lamentarse

objetando que Dios es el momento presente

que pasó y se perdió porque yo no estaba allí;

porque eso es olvidar que el presente

no es algo fugitivo, pasajero,

sino algo continuamente persistente y duradero,

siempre cambiando, evolucionando

y trascendiéndose a sí mismo.

La eternidad es ahora,

caminemos a su luz…,

 

Nuestra fe no va a liberarnos

de ninguna obligación humana,

sino que nos dará un trabajo,

una función, una misión

‘para’ el mundo que no es ‘del’ mundo.

Nuestra misión será introducir en el mundo

el amor mismo de Dios

con “medios humanos”,

con “maneras de ser humanas”: las de Cristo.

Nos encarga realizar en el mundo

una especie de compromiso temporal

del amor eterno de Dios.

Al lado de ello,

el resto existe y debe existir,

pero la fe sirve para que Dios ame al mundo

a través de nosotros

como a través de su Hijo.

Él nos ha elegido para darnos al mundo,

al mundo que él ama

y que nosotros debemos amar

como él, con él y por él.

Así es la fe;

esto es lo que nos pide que aceptemos….

…¿Y Tú, dónde estás?...

...¿Y por qué Te empeñas en quererme tanto?...