JONÁS (Contra los nacionalismos y los "elegidamente
perfectos")
La historia de Jonás
gira en torno a un profeta judío a quien Yhwh envía a persuadir al pueblo de
Nínive para que se arrepienta de sus pecados. Jonás se dice a sí mismo
"Yhwh es nuestro Dios. ¿por qué
deberían tener esos paganos, el privilegio de escuchar su Palabra?". Y así
se resiste a la llamada del Señor pero, desde luego, no puede huir de Dios.
Intenta escapar en un bote, pero es lanzado por la borda durante una violenta
tormenta. Yhwh envía un enorme pez que se lo traga y lo escupe en tierra firme.
¿Y, dónde se encuentra el profeta? En la tierra de Nínive, la ciudad a la que
Yhwh le había dicho que fuera en primer lugar.
Jonás se dirige, de
mala gana, a Nínive "Bien Señor, de acuerdo, si insistes... Supongo que
tendré que hacerlo". Pero confía en que no le creerán. No desea que tengan
la Buena Nueva de Israel, la noticia de que el camino de Dios es el camino de
la vida. Llega, pues, al centro de Nínive, predica la Palabra que el Señor le
ha revelado y.., ¿sabéis? ¡Creyeron en ella! Los ninivitas se arrepintieron y
volvieron a Dios.
Jonás está furioso.
¿Qué derecho tiene Yhwh a dar su Palabra a los paganos para repartir lo que,
por derecho, pertenece al Pueblo de la Alianza? Se sienta bajo el ardiente sol,
hirviendo de cólera. Pero Yhwh aún contempla enternecido a su recalcitrante
profeta y hace que crezca una planta, alta y
frondosa en el lugar adecuado para darle sombra. Así Jonás se refresca
un poco. Pero al día siguiente descubre que la planta ha muerto, las hojas
están enrolladas. ¡Ahora Jonás se pone doblemente furioso!
La inspirada historia
termina con las palabras del Señor a su profeta diciéndole:
«¿Quién eres tú para
decidir con quién tengo que ser misericordioso? ¿Quién eres tú para decidir a
quién debo amar? ¿No te amaría Yo aún cuando tú no me amaras? Al igual que di
la vida a una planta que sólo vivió un día, doy mi amor a quien me place. ¿Por
qué te enfadas si amo? ¿Por qué has de ser tú tacaño si Yo soy generoso?»
Como siempre la Buena
Nueva parece demasiado buena para ser cierta. Nos quejamos de que, realmente,
no sea todo tan sencillo. Creemos que hemos de ganar el amor de Dios o, al
menos merecerlo de algún modo. Deseamos restringir el amor divino, que es infinito,
ajustándolo a nuestros parámetros, a los de los guardianes de la ley, a
aquellos que profesan la religión "auténtica" o que asisten a la
iglesia "adecuada". Pero Dios continúa diciéndonos a través de sus
profetas, por medio de la inspirada Palabra que llamamos las Escrituras, e
incluso directamente a nuestros corazones: "No pongáis límite a mi amor.
Mi generosidad es ilimitada. Te amo, no por lo que haces, sino porque yo soy el
Amor mismo". (RR)
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