EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Viktor Frankl en su
obra "El hombre en busca de sentido" cuenta cómo los judíos, en los
campos de concentración nazis, sobrevivían al horror de su situación
encontrando un significado que hiciera la vida digna de vivirse a pesar de las
torturas, físicas y psicológicas, que sufrían. En la mayoría de los casos la
gente halló este sentido en el amor que sabía que alguien les profesaba. Vivir
en esta relación de amor les apartó del suicidio; les dio una razón para vivir
con un propósito, una dirección, una esperanza y un deseo de seguir, incluso en
medio de sus privaciones. Frankl descubrió en el siglo XX lo que el autor del
libro de Job ya había descubierto veinticinco siglos antes: que el ser
conscientes de que somos amados nos salva de la destrucción cuando el mundo se
desmorona a nuestro alrededor.
La enseñanza final del
libro de Job es que Dios no da una respuesta al sentido del sufrimiento, sino
comprensión cuando estamos inmersos en él. Al final nada puede explicar por qué
unas personas sufren más que otras y por qué, a menudo, los buenos deben soportar
más dolor y dificultades de las que les corresponderían. La mayor parte del
libro de Job transcurre desenmascarando las respuestas fáciles y oportunas que
se ofrecen como explicación de esos problemas. Pero, finalmente, dice que Dios
no da respuestas. Dios da sentido y, con él, da poder.
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