LA
SONRISA DE
ALPREIDELMAR...
...Algo menos de trescientas páginas
separaban
dos frases,
y
aún hoy alguno se sigue preguntando...
¿a cuenta de qué?.,
aunque
es un cuento,
como
casi todo lo que de verdad merece la pena.
La primera decía:
-“Algún
día construiré un castillo
con
unas murallas tan altas
que
el cielo avergonzado
tendrá
que irse a otra parte”-,
en
aquellos tiempos la modestia bañaba la tierra...
La segunda dice:
-“Cuando de verdad desees algo
debes
extender tus manos y tus brazos
de
un modo que al cielo, por serlo,
no
le quede más remedio que otorgártelo”-,
en
aquellos tiempos
ni
tan siquiera se había aprendido a desear...
Las dos frases pertenecían,
en
el grado que puedan hacerlo las palabras,
al mismo ser humano,
que
por ese destino de los azares,
se
terminó descubriendo preso de las mismas.
Aunque
ahora son muchos
los
que no lo entienden,
este
es un poder
que
las palabras siguen conservando,
en
lo que se refiere a la vida.
La primera se le había roto,
he aquí un principio de la libertad,
cuando
reparó en quién era
el
que le proporcionaba los ladrillos
y
la vida, tiempo para construir;
y
quizá por eso mismo
escribió
la segunda,
cuando
aún no había aprendido a pedir,
y que
también se le rompió,
he
aquí otro principio de la libertad,
al
darse cuenta
de
que la voluntad que debía realizar
no
era la que, hasta ahora, engañado,
había
creído la suya...
...¡Qué
escándalo!...
Esas, algo menos de trescientas
páginas,
desechables,
como casi todo lo que de verdad merece la pena,
constituían
Alpreidelmar.../.
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