"Cuando la verdad
deja de sorprendernos, de ser nueva, ya no es la verdad".
Para alcanzar una mentalidad bíblica
debemos, ante todo, tener bien claro lo que los hebreos entendían por fe. Tal
como ellos lo veían, la fe es siempre fe en alguien, en una persona. Y una
persona es la unión de tres cosas: "cabeza
(pensamiento), corazón y voluntad". Por consiguiente la fe es la
respuesta que da una persona a otra. No es un proceso mental. No es algo
intelectual. Pero ¡ojo! no queremos decir con esto que la fe es un proceso
irracional o anti-intelectual. Lo que queremos decir es que el conocimiento
sólo es la parte de un todo. La fe no es sólo un problema de considerar
verdaderas unas ideas, no se trata de un problema a resolver, sino de una
realidad a experimentar. Es una expresión de la persona en su integridad, lo
que significa que participan "la
mente, el sentimiento y la voluntad".
Existe un viejo dicho católico según el
cual el demonio conoce la verdad. El demonio conoce perfectamente las doctrinas
y credos de la Iglesia, por decirlo así. Pero no tiene nada que ver con la fe.
La fe no es la aceptación intelectual de unas afirmaciones que son verdaderas.
No es un simple reconocimiento de unas ideas y decir "creo en esto y en
aquello". El demonio puede conocer ideas que son verdaderas, pero ni por
un segundo podrá confiar en el Señor o poner sus esperanzas en Él.
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