EN EL MANANTIAL

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ESTUDIO DEL PINTOR

martes, 27 de noviembre de 2018

ADMONICIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS: 28


Cap. XXVIII: Hay que esconder el bien para que no se pierda

1Bienaventurado el siervo que atesora en el cielo (cf. Mt 6,20) los bienes que el Señor le muestra, y no ansía manifestarlos a los hombres con la mira puesta en la recompensa, 2porque el Altísimo en persona manifestará sus obras a todos aquellos a quienes le plazca. 3Bienaventurado el siervo que guarda en su corazón los secretos del Señor (cf. Lc 2,19.51).



Si recordamos, también bajando del monte Tabor, tras la Transfiguración, Jesús pide a Pedro, Santiago y Juan que mantengan en secreto esa experiencia. Jesús sabe de la pasta que estamos hechos y lo aficionados que somos a la “teología del taburete”: en cuanto vemos uno, nos subimos a él con tal de estar un palmo más alto que los demás. Con tal de ser los primeros seríamos capaces de apuntarnos aunque fuese a “un dolor de muelas”, y no hay más que vernos cuando se nos premia aunque sea con “una medalla de salchichón” (“de aquellas barras de salchichón de tienda de pueblo, con sus medallas doradas, donde terminaron todas las mulas viejas y burros de Castilla, en su viaje a Valencia, pues de allí volvían luego los salchichones, a muy buen precio, por cierto”), como corremos buscando un fotógrafo, aunque Dios ha querido que ya llevemos todos el fotógrafo incorporado. Damos pena con algunas de nuestras imágenes. Por eso Jesús les pide silencio a sus apóstoles, porque sabe que hay experiencias que debemos dejar en silencio al menos un año, o tres, incluso toda la vida; porque si así nos ponemos con una medalla de salchichón, imaginaos a dónde podríamos llegar si pudiésemos decir “que venimos de hablar con Dios” (¡no habría pedestal lo suficientemente alto!)... y como Francisco es uno de los mejores especialistas en Cristo, es eso mismo lo que aquí nos pide, que no perdamos el 'oremus' por la fama, que no es más que un castillo vacío, lleno de puertas y ventanas, por las que sopla el viento haciendo mucho ruido, sobre una isla en mitad del mar donde no vive nadie, sencillamente porque allí es imposible la vida.../.


…EL VERDADERO TESORO…
En un principio podría incluso parecer que estamos hablando de la vida de un cadáver, pero, tenemos que acostumbrarnos a soltar cuanto nos impida ser nosotros mismos -sin olvidar por ello que, a veces, nada nos define tanto como la herida-. “¿Y quién eres tú? Le preguntaba la oruga a Alicia…”. Si nos atrevemos a detenernos y mirar con atención nos daremos cuenta de que todos los males que nos afligen tienen una sola causa: “elevar lo relativo a rango de absoluto, que sólo pertenece a Dios”. Debemos educarnos en el desprendimiento, gozar sin afán de posesión, hollar todos los caminos, atravesar todos los mares, convirtiendo toda meta alcanzada en una línea de salida…

Al respecto, nos dice el Tao Te King, nº X:
¿Sabrías modelar tu alma
para que abrace el Uno sin dispersarse?
¿Sabrías armonizar tu fuerza
y ser flexible como un recién nacido?
¿Sabrías purificar tu visión interior
para que quede libre de manchas?
¿Sabrías amar a los hombres
y gobernar el estado
sin acumular conocimientos?
Cuando las puertas del Cielo
se abren y se cierran,
¿sabrías ser como una gallina?
¿Sabrías penetrarlo todo
con tu claridad y pureza interior
sin recurrir a la acción?
Producir y nutrir,
crear sin poseer,
obrar sin retener,
multiplicar sin someter,
ésa es la misteriosa Vida.
(Tao Te King, Lao Tsé, traducción de R. Wilhelm)


Y en el Evangelio según san Mateo 6,19-21.- «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socaban y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón».

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