MORIR DE VIDA
Mercedes
Navarro; Mc 16, 1-8
El Evangelio de Marcos no es en modo
alguno catártico, sino provocador y desasosegante para cualquier lector, el componente
clave del reencuentro, no se inserta en el desenlace, sino que se lleva hasta
el final, o mejor, suspende ese final dejándolo abierto.
Esta apertura deja entrar el tiempo,
asume la incertidumbre como dato del futuro inmediato, los riesgos, el temor, y
focaliza la felicidad de forma innovadora en el marco de la vida, de la
realidad, y no en la construcción artificial de un supuesto e ideal estado de
duradera felicidad (es decir, un final perfectamente cerrado, que ya no exija
otra cosa que cerrar el libro, y olvidarlo). Parecería
en un primer momento que se quisiera mantener al lector al margen, excluido de
la felicidad; nada de eso, se le está pidiendo que inicie la búsqueda, que se
ponga a favor de la causa, ya que según Marcos ante Jesús todos cayeron...
amigos y enemigos.
El sentido común pide que el cierre
termine de verdad el evangelio, pero Marcos desafía una vez más el sentido
común -ese conjunto de supuestos, que no son otra cosa que una construcción
social y mental, de culturas e individuos, y que en numerosos casos frenan la
evolución y la posibilidad del cambio positivo-.
El final abierto de Marcos evoca, en
la perspectiva hermenéutica, el acercamiento a la realidad desde el pensamiento
complejo. Este pensamiento contesta críticamente la causalidad lineal y pone en
primer plano la importancia de la no linealidad, la apertura y la emergencia de
novedad como datos de la vida.
Este paradigma contesta “la
perfección”, en beneficio de “la plenitud”. La psicología
profunda contempla estas dos posibilidades de comprensión e interpretación. La
línea hermenéutica de análisis junguiano -en cierto modo contra el
psicoanálisis freudiano- se decanta por “el
principio de plenitud” al observar las propiedades abiertas de la vida
y del individuo.
“Si la perfección supone lo cerrado y
completo, la plenitud por su parte implica lo abierto y, en correlación con
ello, una sana y positiva percepción de lo imperfecto”.
Si a los seres vivos corresponde la
capacidad de crecimiento, evolución por continuidad o por salto cualitativo y
cambio, es claro que su principio rector no puede ser el ideal de perfección
predeterminada. En cambio, “el principio de plenitud o plenificación
parece responder mejor a su naturaleza narrativa”. El final abierto del
Evangelio según San Marcos se sitúa por tanto en este ámbito, o lo que es lo
mismo, pone en cuestión críticamente, nuestras construcciones sobre la muerte, la
vida y el más allá, sobre las representaciones mentales y sociales de la
resurrección. Desafía los supuestos del sentido común en la época en que sitúa
la historia de Jesús y en nuestra propia época, en la que esos mismos supuestos
ya han entrado en crisis. “La condición enigmática del relato de
Marcos continúa después de él”...