EN EL MANANTIAL

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ESTUDIO DEL PINTOR

viernes, 4 de marzo de 2016

...¿Y LA PUERTA?...

…¿Y LA PUERTA?...
Quizá, sin darnos cuenta, entramos al amparo del primer mandamiento: amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Es algo que cualquiera que quiera agradar a Dios debiera desear, no durante un minuto ni durante media hora, sino para siempre.
Gracias a éstos, la paz se establece en el mundo. Son ellas las fuerzas del mundo porque son tabernáculo de Dios en el mundo. Son las que evitan que el universo sea destruido. Son los pequeños. No se conocen a sí mismas. Toda la tierra depende de ellas, pero parece que nadie se da cuenta. Son aquellas para las cuales todo fue creado en el principio, y son ellas quienes heredarán la tierra
Son las únicas que siempre serán capaces de disfrutar completamente de la vida. Han renunciado al mundo entero, y les ha sido dado éste en posesión. Sólo ellas aprecian el mundo y lo que hay en él. Son las únicas capaces de vivir la alegría. Son limpias de corazón. Ellas ven a Dios, que hace su voluntad, porque Su voluntad es la de ellas. Dios hace todo lo que ellas quieren, porque Él es Quien desea todos los deseos de ellas. Ellas son las únicas que tienen todo cuanto pueden desear. Su libertad no tiene límites. Nos tienden la mano para abrazar nuestra miseria y ahogarla en la inmensa expansión de su inocencia, que lava al mundo con su luz.

Venid, penetremos en el seno de esa luz. Vivamos en la limpieza de ese cántico. Despojémonos, como de una vestidura, de las cosas del mundo y entremos desnudos en la sabiduría, porque esto es lo que piden todos los corazones cuando dicen: “Hágase tu voluntad”.

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