LA SOCIEDAD DIONISÍACA
DE FRIEDRICH NIETZSCHE
(Meditación para los que encuentran
tan criticable el cristianismo)
Nietzsche sobrepasa
el peor darwinismo social. So pena de degenerar, afirma: las sociedades tienen
que librarse de los desechos humanos que les estorban:
«El cristianismo ha
tomado tan en serio al individuo, lo ha planteado tan bien como un absoluto,
que no podía ya "sacrificarlo"; pero la especie sólo sobrevive
mediante los sacrificios humanos [...]. La verdadera filantropía exige el
sacrificio por el bien de la especie; la verdadera filantropía es dura, se
obliga al dominio de sí misma, porque necesita el sacrificio humano. ¡Y esta
pseudohumanidad llamada cristianismo quiere imponernos precisamente "que no se sacrifique a nadie"»
(Friedrich Nietzsche; Obras Completas, vol. XIV: Fragments posthumes début 1888-janvier 1889, Gallimard, Paris,
págs.224-225).
Por débil y enfermo que
estuviera, Nietzsche no perdía ocasión de fustigar la preocupación por los
débiles y enfermos. Verdadero don Quijote de la muerte, condena toda medida en
favor de los desheredados. Y denuncia la preocupación por las víctimas como
causa de lo que considera envejecimiento precoz de nuestra civilización, el
acelerador de nuestra decadencia.
La defensa evangélica
de las víctimas es más humana, ciertamente, que el nietzscheanismo, sin que
haya que ver en ello una excepción a la "dura verdad". Es el
cristianismo el que posee la verdad frente a la locura nietzscheana.
Con su demencial
condena de la verdadera grandeza de nuestro mundo, Nietzsche no sólo se
autodestruyó, sino que propuso y alentó también las terribles destrucciones del
nacionalsocialismo.
Para apresurar la
disgregación y muerte del judeocristianismo, los nazis comprendieron bien que
no bastaba con la "genealogía" nietzscheana. Tras su conquista del
poder, disponía de recursos muy superiores, sin duda, de los que pudiera
disponer un infortunado filósofo medio loco.
Enterrar la moderna
preocupación por las víctimas bajo innumerables cadáveres era la manera
nacionalsocialista de ser nietzscheano. Una interpretación, se dirá, que habría
horrorizado al infortunado Nietzsche. Es probable. Compartía con muchos
intelectuales de su tiempo y del nuestro la pasión por las exageraciones
irresponsables. Para su desgracia, los filósofos no están solos en el mundo.
Los rodean auténticos orates que a veces les juegan la peor de todas las
pasadas: los creen a pies juntillas.
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