EN EL MANANTIAL

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ESTUDIO DEL PINTOR

sábado, 27 de febrero de 2016

LA MISERICORDIA

LA MISERICORDIA

Santa María Faustina Kowalska expresa con gran belleza, en una oración compuesta en 1937, cuán lejos llega y qué profundidad alcanza la sensibilidad para la misericordia, qué significa ésta para un cristiano y de qué es capaz:
«Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.
Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos, para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus sufrimientos y quejas.
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para que jamás hable negativamente de mi prójimo, sino que siempre tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y estén llenas de buenas obras, para que sepa hacer a mi prójimo exclusivamente el bien y cargue sobre mí las tareas más difíciles y penosas.
Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos, para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, venciendo mi propia fatiga y cansancio. El reposo verdadero está en el servicio al prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso, para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le reusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos que sé que abusarán de mi bondad. Y yo mismo me encerraré en el misericordioso Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor, repose sobre mí.
Tú mismo me ordenas que me ejercite en tres peldaños de la misericordia. Primero, la acción misericordiosa, de todo tipo. Segundo, la palabra misericordiosa: lo que no soy capaz de llevar a cabo como acción debe acontecer por medio de palabras. Tercero, la oración: en caso de que no pueda mostrar misericordia con hechos ni con palabras, siempre puedo recurrir a la oración. Mi oración llega incluso allí donde yo no puedo hacerme corporalmente presente.
Oh Jesús mío, transfórmame en ti, pues tú lo puedes todo».

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