sábado, 26 de febrero de 2022
martes, 23 de noviembre de 2021
martes, 28 de septiembre de 2021
SAN FRANCISCO DE ASÍS
En la vida, decía
san Francisco de Asís, no hay misión para el ser humano comparable a la
aceptación humilde y alegre de lo que es, de todo lo que es…, no es algo que resulte fácil. Nos
lamentamos, en ocasiones por habernos olvidado tantas veces de Dios, pero, eso
no significa que Él se haya olvidado de nosotros…, gracias a Dios.
No deja de ser curioso
que, a veces, nos creamos inteligentes por ser capaces de encerrarnos en una
idea y no alcanzar a comunicarnos con nadie. Y así, ignoramos lo que somos y en
dónde somos, ignoramos el universo entero. Nos falta el silencio, la
profundidad y la paz. La profundidad de una persona está en su capacidad
de acoger. Nos hemos convertido en especialistas del aislamiento, por
miedo a las heridas, por miedo a la vida. Nos empeñamos en ser
como insectos incapaces de despojarse de su caparazón. Nos negamos el
crecimiento. Nos agitamos desesperadamente en el interior de nuestros límites
por la sencilla razón de negarnos a ver y ser. Y, a fin de cuentas, nos encontramos
como al principio. Creemos haber cambiado algo, pero, a veces, morimos sin
haber visto ni siquiera la luz. No nos hemos despertado nunca a la realidad.
Hemos vivido en sueños, sin ninguna consistencia…
Y esto es así porque nos
resulta difícil aceptar la realidad. Y, a decir verdad, nadie la acepta nunca
totalmente. Hasta que un día tropezamos con algo a lo que nosotros llamamos
fracaso, y nos es dado descubrir que no nos queda más que esta sola realidad
desmesurada: «Dios es».
Quien acepta esta
realidad y se goza hasta el fondo de ella ha encontrado la paz. Dios es, y eso
basta. Pase lo que pase, está Dios, el esplendor de Dios. Basta que Dios sea
Dios. Solo quien acepta a Dios de esta manera es capaz de aceptarse
verdaderamente a sí mismo. Son palabras de san Francisco de Asís.
Dios hace, y nosotros
debemos dejarnos llevar, y esta santa obediencia nos da acceso a las
profundidades del universo, a la potencia que mueve los astros y que hace
abrirse tan graciosamente las más humildes flores del campo. Descubrimos esa
soberana bondad que está en el origen de todos los seres y que estará un día
toda entera en todos, pero nosotros ya la vemos esparcida y extendida en cada
ser. Es cierto que no podemos pasar por alto el mal que hay en el mundo, pero, nos
es preciso aprender a ver el mal y el pecado como Dios lo ve. Eso es
precisamente lo difícil, porque donde nosotros vemos naturalmente una falta a
condenar y castigar, Dios ve primeramente una miseria a socorrer.
El Todopoderoso es
también el más dulce de los seres, el más paciente. En Dios no hay ni la menor
traza de resentimiento. Cuando su criatura se vuelve contra Él y le ofende,
sigue siendo a sus ojos su criatura. Podría destruirla, desde luego, pero ¿qué
placer puede encontrar Dios en destruir lo que ha hecho con tanto amor?
Todo lo que Él ha creado tiene raíces tan profundas en Él… Es el más desarmado
de todos los seres frente a sus criaturas, como una madre ante su hijo. Ahí
está el secreto de esta paciencia enorme que, a veces, nos escandaliza.
Dios siempre nos está
diciendo: “Si algún día tenéis un disgusto, si estáis en la miseria,
sabed que yo estoy siempre aquí. Mi puerta está completamente abierta, de día y
de noche. Podéis venir siempre, estaréis siempre en vuestra casa y yo haré todo
por socorreros. Aunque todas las puertas estuvieran cerradas, la mía estará siempre
abierta”.
El Señor nos ha enviado a
evangelizar, a todos nosotros; evangelizar a alguien es decirle: “Tú
también eres amado de Dios en el Señor Jesús”. Y no solo decírselo, sino
pensarlo realmente. Y no solo pensarlo, sino portarse con ese alguien de tal
manera que sienta y descubra que hay en él algo de salvado, algo más grande y
más noble de lo que él pensaba, y que despierte así a una nueva conciencia de
sí. La tarea es delicada, pero sabemos que “las puertas de la
misericordia del cielo no se cerrarán aunque no haya ni un justo sobre la
tierra”…
domingo, 4 de julio de 2021
LAS ARMAS Y LAS LETRAS. Don Quijote de la Mancha
LAS
ARMAS Y LAS LETRAS
Don
Quijote de la Mancha
«Quítenseme
delante los que dijeren que las letras hacen ventaja de las armas, que les
diré, y sean quien se fueren, que no saben lo que dicen. Porque la razón que
los tales suelen decir y a lo que ellos más se atienen es que los trabajos del
espíritu exceden a los del cuerpo y que las armas sólo con el cuerpo se
ejercitan, como si fuese su ejercicio oficio de ganapanes, para el cual es
menester más que las buenas fuerzas, o como si en esto que llamamos armas los
que las profesamos no se encerrasen los actos de la fortaleza, los cuales piden
para ejecutallos mucho entendimiento, o como si no trabajen el ánimo del
guerrero que tiene a su cargo un ejército o la defensa de una ciudad sitiada
así con el espíritu como con el cuerpo. Si no, véase si se alcanza con las
fuerzas corporales a saber y conjeturar el intento del enemigo, los designios,
las estratagemas, las dificultades, el prevenir los daños que se temen; que
todas estas cosas son acciones del entendimiento, en quien no tiene parte
alguna el cuerpo. Siendo, pues, ansí que las armas requieren espíritu como las
letras, veamos ahora cuál de los dos espíritus, el del letrado o el del
guerrero, trabaja más, y esto se vendrá a conocer por el fin y paradero a que
cada uno se encamina, porque aquella intención se ha de estimar en más que
tiene por objeto más noble fin. Es el fin y paradero de las letras (y no hablo
a hora de las divinas, que tienen por blanco llevar y encaminar las almas al
cielo, que a un fin tan sin fin como éste ningún otro se le puede igualar:
hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia
distributiva y dar a cada uno lo que es suyo) entender y hacer que las buenas
leyes se guarden. Fin por cierto generoso y alto y digno de grande alabanza,
pero no de tanta como merece aquel a que las armas atienden, las cuales tienen
por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en
esta vida. Y, así, las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los
hombres fueron las que dieron los ángeles la noche que fue nuestro día, cuando
cantaron en los aires: “Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los
hombres de buena voluntad”; y a la salutación que el mejor maestro de la tierra
y del cielo enseñó a sus allegados y favoritos fue decirles que cuando entrasen
en alguna casa dijesen: “Paz sea en esta casa”; y otras muchas veces les dijo:
“Mi paz os doy, mi paz os dejo; paz sea con vosotros”, bien como joya y prenda
dada y dejada de tal mano, joya que sin ella en la tierra ni en el cielo puede
haber bien alguno. Esta paz es el verdadero fin de la guerra, que lo
mesmo es decir armas que guerra. Propuesta, pues, esta verdad, que el
fin de la guerra es la paz, y que esto hace ventaja al fin de las letras,
vengamos ahora a los trabajos del cuerpo del letrado y a los del profesor de
las armas, y véase cuáles son mayores. …///…
Pero
dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida, sino volvamos
a la preeminencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está
por averiguar, según son las razones que cada una de su parte alega. Y,
entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar
las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y
que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las
armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se
defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades se
aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios, y, finalmente si por
ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los
caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae
consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus
privilegios y de sus fuerzas.
…///…
LA GUERRA -¡ESE CHANCHULLO!- Iº
«Toda la propaganda de
guerra, todos los gritos, las mentiras y el odio, proceden invariablemente de
la gente que no combate».
«La guerra contra otro país solo tiene lugar cuando la clase pudiente piensa que va a sacar algún beneficio de ella». (George Orwell)
El Miedo (Gabriel Chevallier, 1930)
«Me enseñaron en mi
juventud -cuando estábamos en el frente- que la guerra era moralizante,
purificante y redentora. Hemos visto lo que en realidad era: especuladores,
contrabandistas, mercado negro, denuncias, traiciones, tiroteos, tortura,
tuberculosis, tifus, el terror, el sadismo y la hambruna. Heroísmo, de acuerdo.
Pero, la pequeña, excepcional, proporción de heroísmo no redime la inmensidad
del mal. Por otra parte, pocos son los verdaderos héroes…
…Los hombres son
imbéciles e ignorantes. De ahí les viene su miseria. En lugar de reflexionar,
se creen lo que les cuentan, lo que les enseñan. Eligen jefes y amos sin
juzgarlos, con un gusto funesto por la esclavitud. Los hombres son unos mansos
corderos. Es lo que hace posibles los ejércitos y las guerras. Mueren víctimas
de su propia docilidad».
LA GUERRA -¡ESE CHANCHULLO!- IIº
El gran negocio de la guerra (Smedley Darlington Butler, general del Cuerpo de Marines de los EEUU, el capitán más joven y el militar más condecorado de la historia de EEUU. Es uno de los dos marines que han recibido dos medallas de Honor del Congreso -la más alta condecoración del país- por sobresaliente heroísmo en combate), escribió el libro “La guerra es un fraude, o un chanchullo”. Así comienza su discurso:
«La guerra es un fraude. Siempre lo ha sido. Posiblemente el más antiguo, fácilmente el más rentable, seguramente el más vicioso. Es el único internacional en alcance. Es el único en el cual los beneficios se miden en dólares y las pérdidas en vidas humanas. Es efectuada para el beneficio de unos pocos, a expensas de la mayoría. Unas pocas personas hacen inmensas fortunas con la guerra. Durante la Primera Guerra Mundial, al menos 21.000 personas se hicieron millonarias o milmillonarias en Estados Unidos. ¿Cuántos de estos millonarios de la guerra llevaron un fusil a la espalda? ¿Cuántos de ellos cavaron una trinchera? ¿Cuántos supieron lo que significa estar hambrientos en un refugio infestado de ratas? ¿Cuántos pasaron noches de pánico sin dormir, agachados evitando granadas, esquirlas y balas de ametralladora? ¿Cuántos de ellos pararon el golpe de bayoneta de un enemigo? ¿Cuántos de ellos fueron heridos o murieron en combate? […] La guerra permite a las naciones hacerse con más territorio, si resultan victoriosas. El nuevo territorio inmediatamente es explotado por unos pocos, los mismos que consiguen dólares con la sangre de la guerra. El pueblo es quien paga la factura».
Por otro lado, en el breve libro en el que amplía su discurso, el general Butler resume su vida militar y las alforjas que soportó:
«He servido durante
treinta años y cuatro meses en las unidades más combativas de las Fuerzas
Armadas estadounidenses: en la Infantería de Marina. Tengo el sentimiento de
haber actuado durante todo ese tiempo de bandido altamente cualificado al
servicio de las grandes empresas de Wall Street y sus banqueros. En una
palabra, he sido un pandillero al servicio del capitalismo. De tal manera, en
1914 afirmé la seguridad de los intereses petroleros en México, Tampico en
particular. Contribuí a transformar a Cuba en un país donde la gente del
National City Bank podía birlar tranquilamente los beneficios. Participe en la
“limpieza” de Nicaragua, de 1902 a 1912, por cuenta de la firma bancaria
internacional Brown Brothers Harriman. En 1916, por cuenta de los grandes
azucareros norteamericanos, aporté a al República Dominicana la “civilización”.
En 1923 “enderecé” los asuntos en Honduras en interés de las compañías fruteras
norteamericanas. En 1927, en China, afiancé los intereses de la Standard Oil.
Fui premiado con honores, medallas y ascensos. Pero cuando miro hacia atrás
considero que podría haber dado algunos consejos a Al capone. Él, como gánster,
operó en tres distritos de una ciudad. Yo, como marine, operé en tres
continentes. El problema es que cuando el dólar americano gana apenas el seis
por ciento, aquí se ponen impacientes y van al extranjero para ganarse el
ciento por ciento. La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la
bandera».
viernes, 2 de julio de 2021
SOR TERESITA...
SOR TERESITA…
“No
creo ya en la vida eterna…, me parece como si después de esta mortal
no
hubiese ya nada”…
Es
el razonamiento de los “peores materialistas” el que taladra mi espíritu,
“lejos
de todos los soles”…
¿De
qué otro modo se puede participar en la agonía de Jesús,
de
ese grito que solo Marcos tuvo el valor de registrar?
Por
amor de Dios: “aceptar los pensamientos más extravagantes”.
Aceptando
su “eclipse de Dios”
como
“una expresión de solidaridad con los no creyentes”.
Ella,
que ni siquiera había creído que existieran los “auténticos ateos”.
Jesucristo
le reveló que hay personas que viven completamente sin fe,
y
se lo confirmó poco después al ser ella misma privada de cualquier seguridad de
fe.
A
partir de entonces entiende a los no creyentes como sus hermanos,
con
los que se sienta a la mesa común y come el mismo pan,
pidiéndole
a Jesús no ser alejada de esa mesa.
Consciente
de la amargura de ese pan, porque a diferencia de ellos
ha
probado la alegría de la cercanía de Dios (recuerdo que ahonda su dolor).
…Otros, cuando
se renuncia a la Gracia por la Institución,
descubren enemigos, por fuera y por dentro,
que encubren las propias dudas inconfesables.
Solidaria
con los ateos, entiende el ateísmo como cáliz de dolor,
del
que bebe a grandes tragos en su noche de Getsemaní.
Si
el Hijo del Hombre se convirtió en el péndulo
entre
el letargo del hombre y la ausencia de Dios:
del
Padre ausente al amigo durmiente.
Teresita
se convirtió en péndulo entre un mundo sin fe y un cielo sordo,
es
su legado.
Teresita,
con san Pablo, nos enseña a acoger
con
alegría y agradecimiento la propia debilidad
como
ámbito en el que pueden penetrar más todavía
la
amabilidad y la misericordia de Dios
(a
los que la virtud orgullosa cierra el paso).
Dios
no nos espera en el ansiado “arriba”, sino justamente abajo
“en
el profundamente fecundo valle de la humildad”.
No
llevo cuentas de nada, todo lo hago meramente por amor.
Mis
manos, mis pobres manos, están vacías ante Dios.
En
contra del deseo humano del poder por medio de la religión,
de
esos ilusos peleando por el liderazgo espiritual,
del
deseo de la propia grandeza en lugar de la de Dios…,
contra
cada empeño ascético que no tenga como fin a Dios,
sino
más bien la propia “perfección” -esa “cosmética espiritual”-.
El
“corazón secreto de la Iglesia” es mucho más ancho,
hondo
y magnánimo de lo que pueda parecer desde fuera, desde dentro…
Hay
sitio incluso para aquellos cuyas seguridades están quebrantadas,
arrancadas
de sus raíces, hundidas en la oscuridad.
¿No
son esos precisamente los que están a un paso
de
esa bienaventuranza de la pobreza espiritual, del “despojamiento”
que
significa “no saber nada, no temer nada, no ser nada”.
La
fe solamente puede vencer a la no fe abrazándola.
No
hay rosas sin espinas -¡no es cierto!-. Murió sin fe.
¿Hay
algo que pueda “sustituir la fe”, cuando esta muere
en
la cruz de nuestros dolores, dudas y preguntas no respondidas?
Ya
no hay tiempo sino para el amor…
¿Y
por qué no iba a ser una muerte entre tinieblas una muerte santa?
¿Qué
importa que el puente no alcance la otra orilla?
Todo
desaparecerá, incluso cesarán la fe y la esperanza,
porque
ya “cumplieron su misión” de acompañarnos
en
el valle de las sombras de este mundo ambiguo…,
pero
permanecerá para siempre el amor…,
y
al él se abrirán las puertas.
una
fe que tiene que morir en la cruz, ser sepultada
y
alzarse de nuevo, y “en una forma nueva”.
Esta
fe es un proceso, y el ser humano
puede
encontrarse en diferentes momentos de su vida
en
fases distintas de ese proceso.
Y
que no nos espanten los agujeros en el techo de la Iglesia
después
de estas o aquellas tormentas.
Somos
muchos los que precisamente por esos grandes huecos
divisamos
por vez primera el rostro de Dios.
sábado, 19 de junio de 2021
LA VERDADERA Y PERFECTA ALEGRÍA
LA VERDADERA Y PERFECTA ALEGRÍA
El
mismo fray Leonardo refirió allí mismo que cierto día el bienaventurado
Francisco, en Santa María, llamó a fray León y le dijo: «Hermano León,
escribe».
El cual
respondió: «Heme aquí preparado».
«Escribe –dijo–
cuál es la verdadera alegría.
Viene un
mensajero y dice que todos los maestros de París han ingresado en la Orden.
Escribe: No es la verdadera alegría.
Y que
también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; y que también,
el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: No es la verdadera alegría.
También,
que mis frailes se fueron a los infieles y los convirtieron a todos a la fe;
también, que tengo tanta gracia de Dios que sano a los enfermos y hago muchos
milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.
Pero ¿cuál
es la verdadera alegría?
Vuelvo de
Perusa y en una noche profunda llegó acá, y es el tiempo de un invierno de
lodos y tan frío, que se forman canelones del agua fría congelada en las extremidades
de la túnica, y hieren continuamente las piernas, y mana sangre de tales
heridas.
Y todo
envuelto en lodo y frío y hielo, llego a la puerta, y, después de haber
golpeado y llamado por largo tiempo, viene el hermano y pregunta: ¿Quién es? Yo
respondo: El hermano Francisco.
Y él dice:
Vete; no es hora decente de andar de camino; no entrarás.
E
insistiendo yo de nuevo, me responde: Vete, tú eres un simple y un ignorante;
ya no vienes con nosotros; nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.
Y yo de
nuevo estoy de pie en la puerta y digo: Por amor de Dios recogedme esta noche.
Y él
responde: No lo haré.
Vete al
lugar de los Crucíferos y pide allí.
Te digo que
si hubiere tenido paciencia y no me hubiere alterado, que en esto está la
verdadera alegría y la verdadera virtud y la salvación del alma.»