Un Dalai
Lama en la cabeza
Ángela Boto
Los neurocientíficos
han constatado que estamos biológicamente equipados para la empatía, para
sentir lo que sienten los otros. Esto es así gracias a unas neuronas llamadas
espejo. Dicen que su descubrimiento hará tanto por la psicología como hizo el
ADN por la biología.
Bien es cierto que en muchas
ocasiones no es más que una fórmula automática, pero resulta que eso de “te
acompaño en el sentimiento” tiene un lugar en el cerebro y un fundamento
científico. El mismo que explica la congoja que experimentamos al ver que
Bergman y Bogart van a separarse para siempre al final de Casablanca, o el
escalofrío que nos invade cuando al superhéroe Cruise le insertan brutalmente
un chip a través de la nariz en la enésima entrega de Misión imposible. ¿No
es cierto que basta que un niño comience a llorar para que haya un estallido
casi general en la guardería? En definitiva, que los neurocientíficos
han constatado que estamos biológicamente equipados para la empatía, para romper las
barreras que nos separan de los otros y sentir como ellos. Y aún más,
el cerebro humano tiene herramientas para leer las mentes ajenas y, en cierto
modo, para predecir el futuro.
Tan delicadas tareas corren a cargo
de las denominadas neuronas espejo, rebautizas por Vilayanur Ramachandran,
director del Centro de Cerebro y Cognición de la Universidad de California,
como “las neuronas Dalai Lama” por su empatía y compasión. El
mismo investigador ha llegado a afirmar que “el descubrimiento de las neuronas
espejo hará por la psicología lo que el ADN por la biología”. Por su parte, el
padre del hallazgo, Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), se
muestra modesto cuando se le pregunta su opinión. “Es un poco exagerado, pero quizá
Ramachandran tenga razón porque el mecanismo de espejo explica muchas cosas que
antes no se comprendían”.
El equipo de Rizzolatti las encontró
por casualidad a principios de los años noventa, aunque, como ha explicado en
alguna ocasión el investigador italiano, les costó varios años creerse lo que
estaban viendo. Y no es para menos, porque lo que en su momento parecía ser
simplemente un sistema de imitación de movimientos se está convirtiendo con los
años y con los resultados de múltiples trabajos en una potencial revolución
dentro de las neurociencias. En el sistema de espejo podría encontrarse la
clave de nuestra condición como seres sociales, de los procesos de aprendizaje,
de trastornos tan complejos como el autismo e incluso de la evolución del
lenguaje.
Pero eso no es todo, las neuronas
espejo se perfilan como un auténtico pozo de sabiduría, hay quienes sugieren
que en ellas se encuentran las bases de algo tan alejado hasta ahora de la
biología como los sistemas éticos, algunas tradiciones místicas o la cultura.
Como el propio Rizzolatti admite, su
equipo tuvo la suerte de estar en el lugar justo para encontrar este tesoro
neurológico. En aquella época estaban estudiando en monos un área de la corteza
cerebral asociada al movimiento. Para ello habían conectado de forma permanente
una serie de electrodos en la cabeza de los animales de tal modo que cuando
cogían o movían objetos, el monitor emitía un chasquido que significaba que las
neuronas se encendían, que estaban trabajando.
Un buen día, los científicos
descubrieron con sorpresa que los chasquidos no sólo aparecían cuando el propio
animal recogía los cacahuetes y los abría, sino que también se podían oír
cuando veía a otro mono o incluso a los investigadores hacerlo. Es
decir, que para su cerebro era lo mismo llevarse la golosina a la boca o que
otro lo hiciera. Es más, los investigadores comprobaron que el sonido
de abrir el cacahuete era suficiente para que las neuronas de “me lo voy a
comer”, más tarde denominadas espejo, se pusieran en marcha. Las técnicas de
imagen confirmaron más tarde que los humanos también disponen de un sistema de
espejo, pero más sofisticado.
Aunque hay muchas preguntas por
contestar en cuanto a la ubicación y distribución de las neuronas espejo en el
cerebro sapiens, lo que parece claro es que la base del funcionamiento es la
misma que en los simios. Cuando un individuo ve a alguien coger una
pelota, su cerebro la coge también y vive todo el proceso de lanzarla como si
realmente lo estuviera haciendo. De hecho, un trabajo realizado en el
University College London con bailarines del London’s Royal Ballet y expertos
en capoeira –una danza marcial brasileña– demostró que el cerebro de ambos
grupos ejecutaba exactamente el mismo baile que estaban contemplando en una
pantalla realizado por otros. Sus neuronas danzaban solas porque ellos ya
habían aprendido los pasos y no necesitaban materializarlos con el movimiento
de su cuerpo. La conclusión inmediata de este hallazgo la daba uno de los
investigadores del grupo británico, Patrick Haggard: “Un bailarín lesionado podría
conservar su destreza sin ni siquiera moverse, simplemente mirando a otros
bailar”. Obviamente, semejante ventaja es aplicable a otras muchas
disciplinas e incluso a la psicoterapia por medio de las visualizaciones o de
la práctica mental.
Pero el sistema de espejo no se
detiene en los movimientos, sino que también refleja aspectos más sutiles del
comportamiento, como son las emociones. “El mensaje más importante de las neuronas
espejo es que demuestran que verdaderamente somos seres sociales. Nos ponen en
el lugar del otro, pero no de forma abstracta o intelectual, sino sintiendo
como él”, asegura Rizzolatti. Los científicos han constatado que las
personas que obtienen una mayor puntuación en los test que miden la empatía
presentan mayor actividad en las neuronas espejo. Por otro lado, numerosos
experimentos han demostrado que la gente tiene tendencia a imitar de forma
inconsciente los movimientos de los desconocidos porque esta especie de empatía
motora facilita considerablemente las relaciones y la aceptación mutua.
Eso sí, también se ha descubierto que las neuronas espejo no se dejan engañar por
pantomimas; cuando se finge, estas inteligentes células ni se inmutan.
Los múltiples estudios que experimentan
con todo tipo de emociones no dejan de confirmar que lo que ocurre en el
exterior se vive de igual manera en el interior. Por ejemplo, el asco. El
cerebro se enciende del mismo modo cuando un individuo pone delante de su nariz
unos huevos podridos que si ve a otra persona haciendo un gesto de repugnancia
ante semejante olor. Lo bueno es que con las emociones o sensaciones positivas
también funciona.
En un estudio publicado el año
pasado, Christian Keysers, de la Universidad de Groningen (Holanda), pudo
constatar que existe lo que se podría denominar empatía por vía tópica, o si se
quiere, empatía táctil. La corteza cerebral de un grupo de voluntarios que se
prestaron para el experimento reaccionó igual cuando les tocaban suavemente la
pierna que cuando veían que la caricia se hacía a otra persona. De hecho, los
científicos afirman que el sistema de espejo puede explicar el gusto
de algunos por la pornografía porque contemplar una escena tórrida altera las
neuronas del mismo modo que protagonizarla. Claro que en este terreno y en el
de las caricias hay otros muchos elementos que entran en juego y que no se
pueden explicar con el sistema de espejo, así que es aconsejable seguir
experimentando en directo.
Keysers también ha observado que
emociones sociales como la culpa, la vergüenza, el orgullo e incluso la
humillación se reflejan en las neuronas espejo. Este investigador ha registrado
la reacción de empatía de un observador ante el rechazo social. Todas esas
emociones asociadas al contacto entre humanos tienen un lugar muy específico en
el cerebro. Y lo que realmente convierte el sistema de espejo en el Dalai Lama
que mencionaba Ramachandran es que una representación mental de lo que acontece
en el mundo es suficiente para que se manifieste su empatía, o sea, que lo de
“ojos que no ven, corazón que no siente” parece no ser cierto científicamente.
«Tenemos un sistema que
resuena. El ser humano está concebido para reaccionar ante los otros. El
egoísmo, la idea de que cada uno tiene que hacer su vida y no ocuparse del
resto son aspectos de la vida moderna. La naturaleza es justo lo contrario. Yo
creo que cuando la gente dice que no es feliz y que no sabe la razón, es porque
no tiene contacto social», dice Rizzolatti. Eso sí, tal como afirma
Marco Iacoboni, otro experto en esta área de la Universidad de California, Los
Ángeles (UCLA): “Sin la consciencia de uno mismo y del otro no es posible
ponerse en el lugar del otro”.
Las neuronas espejo están también
estrechamente relacionadas con la educación y la cultura. La imitación es un
elemento clave para el aprendizaje, y es precisamente el sistema de espejo el
que permite imitar. “En Occidente, la imitación está muy mal vista, pero es la base de la
cultura. Se dice: “No imites, tienes que ser original”. Es un error. Primero
tienes que imitar, y después puedes ser original”, dice Rizzolatti.
Desde el momento en que abandonamos el útero estamos en disposición de repetir
lo que vemos en el entorno, se ha observado que bebés de tan sólo unos minutos
de vida son capaces de sacar la lengua a un adulto que les está haciendo ese
gesto.
Parece que las neuronas espejo
aportan una parte más de verdad al dicho “de tal palo, tal astilla” y añaden
otra dosis de responsabilidad a los padres y educadores, que podrán verse reflejados
en las generaciones que los siguen por la huella dejada en sus neuronas. En
este sentido, los científicos hacen una interesante observación relativa a la
exposición a escenas de violencia, bien en directo o en una pantalla. “El
sistema de espejo puede activarse en el cerebro y facilitar la tendencia a
volverse violento”, explica Iacoboni. Este hecho, unido a que algunos
expertos afirman que estas neuronas son la base biológica de la cultura porque
gracias a ellas se transmite de una generación a las siguientes, invita, cuando
menos, a la reflexión sobre la herencia cultural y emocional. Y un dato a
considerar, un trabajo publicado el año pasado sugería que a partir de los 15
meses los niños son capaces de detectar las acciones de los demás que están
basadas en falsas creencias. “Nacemos con ciertas capacidades, pero la
educación es muy importante. La sociedad refuerza los instintos básicos o va en
contra de ellos”, afirma Rizzolatti.
Y puesto que el sistema de espejo
parece ser el testigo del presente en su camino hacia el futuro, es de suponer
que también almacene el recorrido del pasado a modo de un ADN neuronal que
porta la herencia cultural. “La aparición de un sofisticado sistema de espejo
estableció las bases para la emergencia, en los primeros homínidos, de
numerosas habilidades específicamente humanas tales como el lenguaje y la
empatía”, asegura Ramachandran. De este modo, las innovaciones surgidas entre
nuestros ancestros no se perdieron como peculiaridades exclusivas de un
individuo que había logrado construir un raro utensilio que cortaba, sino que
gracias a la imitación se fueron propagando entre los miembros del clan. Y de
las herramientas a las construcciones, y del lenguaje a los sistemas
filosóficos, y todavía no hemos terminado.
Quizá una de las habilidades más llamativas
de las neuronas espejo sea la de leer el pensamiento y anticipar el futuro.
“Permiten leer la mente de los otros porque te ayudan a entender sus
intenciones”, explica Iacoboni, líder del equipo que hizo el descubrimiento.
De hecho, lo que parecen realmente activar estas células no es la acción en sí,
sino su objetivo. Todo esto ocurre de forma inconsciente, no es necesario
ningún esfuerzo, nuestro cerebro interpreta y responde a las intenciones sin
que nos demos cuenta. “No pensamos lo que otra persona está
haciendo o sintiendo, simplemente lo sabemos”, dice Vittorio Gallese,
de la Universidad de Parma. Este baile de percepciones en el complejo entramado
de relaciones sociales es el que aporta la gama de colores a los contactos
entre individuos. Desde un punto de vista más básico también permite
sobrevivir, porque no es lo mismo que el vecino de enfrente levante la mano
para saludar que para golpear. Al igual que ocurre con la empatía, también en
este caso hay personas con mejores antenas que otras para captar a los demás,
presumiblemente su sistema de espejo es más activo.
Una cuestión muy interesante
relativa a la percepción de emociones y sensaciones es su relación con un
estado corporal determinado. Antonio Damasio, prestigioso neurólogo que recibió
el Premio Príncipe de Asturias 2005, lleva años trabajando en la Universidad de
Iowa sobre la conexión entre mente y cuerpo. Para Damasio, el cerebro es una
extensión del cuerpo, y hay una clara consonancia entre los sentimientos, las
emociones y el estado físico.
De forma sencilla, se podría decir
que a cada emoción le corresponde un estado físico. En consecuencia, la empatía
no es sólo un proceso mental, sino que implica a todo el cuerpo. Los espejos
cerebrales captan lo que ocurre en el exterior, lo integran en sus redes y a
continuación las emociones descienden desde las alturas neuronales como si de
una ducha sensorial se tratara para encarnarse en el cuerpo. “Esto es realmente
tener empatía. Por medio de un estado neural compartido en dos cuerpos
diferentes […], el otro objeto se convierte en otro yo”, escribía Gallese en un
artículo.
La relación cuerpo y mente-emociones
es algo muy presente desde hace mucho tiempo en las denominadas medicinas
complementarias. Ahora, los científicos aseguran que semejante relación abre
importantes perspectivas en el área de la psicoterapia. Donde ya está clara la
implicación de las neuronas espejo es en el
autismo. Numerosos trabajos indican que los individuos que padecen este
trastorno, caracterizado precisamente por la incapacidad para comprender las
acciones y las emociones de los demás, presentan una actividad anormalmente
reducida del sistema de espejo. Disolver las barreras entre el
individuo y lo que lo rodea es, según Ramachandran, la base de muchos sistemas
éticos y, particularmente, de las grandes tradiciones místicas orientales.
El sistema de espejo hace
precisamente eso; por tanto, “puede usarse para proporcionar una base racional
en vez de religiosa para la ética”. Y esto es sólo el principio de lo que se
puede extraer de las neuronas espejo, porque se han convertido en el centro de
interés de neurocientíficos, psicólogos, filósofos y antropólogos, sumergidos
en un intenso debate sobre las implicaciones en numerosas áreas del
conocimiento. En cualquier caso, lo que ya es evidente es que no hay excusa
para no mostrar empatía y comprensión, todo el mundo lleva un Dalai Lama en su
cabeza.
Giacomo Rizzolatti: ´Nuestra cultura se basa en la
imitación´
Nuestra
condición de seres sociales ha contribuido a modelar el cerebro humano de una
forma decisiva. Buena parte de lo que nos singulariza respecto al resto del
reino animal procede de la interacción con los demás, que ha dejado un rastro
neurológico crecientemente visible a través de los progresos en el conocimiento
del cerebro. Y uno de los que más han contribuido a poner en evidencia la base
neural de esos resortes sociales es el neurofisiólogo Giacomo Rizzolatti,
codescubridor de las neuronas espejo, las que nos permiten ponernos en lugar
del otro. Rizzolatti -premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y
Técnica del año 2011, junto a los también neurobiólogos Joseph Altman y Arturo
Álvarez-Buylla- defiende la importancia de algo tan, en apariencia, desacreditado
como la imitación y la sitúa en el centro de nuestra cultura. "La
imitación es buena. Los niños deberían aprender a imitar",
propone.
-¿Las neuronas espejo son un elemento
crucial para la interacción humana?
-Podemos comprender a las
personas de dos maneras bastante complicadas. Por un lado, de una forma lógica
y, de otro, de forma inmediata. Si cojo una copa de agua, el que me observa
comprende lo que hago a partir de los movimientos, que sería la manera lógica
de entender esa acción. La forma comprensión inmediata consiste en que al
percibir esa acción el observador dice 'va a beber' o 'va a mover la copa de
sitio'. En lo emocional ocurre lo mismo. Si vemos a una persona llorando,
comprendes que pasa algo, igual que interpretamos un emoticono. Lo que nosotros
hemos hecho es poner en evidencia que esta manera inmediata de comprender a la
gente tiene una base neurológica. Hay neuronas que descargan directamente
cuando el sujeto hace algo o cuando ve a otro hacerlo, y en ambos casos tienes
el mismo programa motriz.
-Desde una perspectiva evolutiva y
considerando que una parte importante de nuestro desarrollo cerebral está
vinculado a la socialización, ¿podemos decir que esas neuronas están en la base
de la evolución humana?
-Sabemos
que los monos tienen este tipo de neuronas, sabemos que se comprenden, aunque
desconocemos cómo establecen empatía entre ellos. No sabemos nada sobre este
asunto en los roedores, pero sí sobre las aves, que tienen un centro para producir
el canto y la misma neurona implicada en esa emisión sirve para entender el
canto de otra ave. No es un sistema empático, pero sí de comprensión. En el
caso de los seres humanos hay un mayor grado de empatía que en cualquiera de
las otras especies, somos criaturas más sociales.
-La carencia de empatía que se da en
ciertas patologías ¿puede guardar alguna relación con deficiencias en esas
neuronas?
-Eso
es más complejo. En primer lugar, salvo psicópatas muy severos, todos tenemos
esa reacción de empatía, algo que puede mejorar si se vive en un entorno que
considera importantes ciertos valores sociales o puede disminuir si se
incentiva el egoísmo o se enfatiza demasiado el éxito individual y no la
persona como integrante de un grupo social. Hay quienes, por su trabajo, tienen
que ser 'no empáticos', como policías o miembros de las fuerzas especiales.
También los cirujanos, que no pueden llorar cuando están operando. A veces es
importante también refrenar el sistema de empatía. Respecto a las personas que
tienen empatía cero, ahí hay una patología, que les impide comprender las
consecuencias de sus acciones, están seguros de que nunca les van a castigar,
no tienen miedos... Es una patología más compleja, pero decir que no tienen
neuronas espejo sería una equivocación, porque hay psicópatas que disfrutan con
sus actos criminales y ese disfrute se deriva de comprender que el otro está
sufriendo.
-¿Cómo operan las neuronas espejo?
-Es
un mecanismo bastante sencillo. Si tienes capacidad para hacer determinadas
cosas y observas a una persona que está haciendo lo mismo, las neuronas espejo
activan ciertos mecanismos motrices. Entiendes lo que está haciendo el otro
porque tú también lo estás haciendo.
-¿Mentalmente?
-Sí, neurológicamente. Al
principio hubo quien interpretaba estas neuronas como algo mágico, que se
descargaba una y ya está. Sabemos que hay todo un patrón de actividad ligado a
ellas.
-Usted sostiene incluso que las neuronas
espejo podrían estar en la base de nuestro lenguaje.
-Estoy convencido de que
es así, como sostengo en la teoría elaborada junto con Michael Arbib (director
del Proyecto Cerebro de la Universidad Southern California). Sobre el origen
del habla hay quienes piensan que tiene su origen en los sonidos de los
animales, y otros que defienden una procedencia gestual. Pero las zonas
neurales que controlan los sonidos de los animales no se corresponden con
nuestro centro del lenguaje y están relacionados con las emociones. La cuestión
es que no tenemos una comprensión inmediata del lenguaje, el consenso entre
hablantes sobre lo que significa una palabra es complejo y, en cambio, hay
sonidos muy ligados a determinadas acciones. Pero esto es un asunto muy
polémico, aunque estoy convencido de que tenemos razón en nuestra teoría, que
consiste en sostener que la estructura precursora de lo que es el área de
Broca, el centro cerebral del lenguaje, contaba con un sistema para reconocer
las acciones de los demás. Esa capacidad de interpretar las acciones permitió
el desarrollo del lenguaje, que, en un primer, momento, consistiría en una
comunicación con gestos de la boca y la cara.
-¿La neurociencia es todavía un ámbito de
conocimiento muy abierto, en el que cuesta asentar ciertas bases?
-En
la Academia de Ciencias de Francia estaba prohibida la controversia sobre el
origen del lenguaje. La neurociencia no ha chocado con problemas fuertes
respecto a esto, pero entre los psicólogos sí, porque hay un fuerte
reduccionismo que provoca que la ciencia derive en ideología. En los últimos
veinte o treinta años se ha producido un cambio de paradigma. Ahora tenemos un
montón de estudios cerebrales y de imágenes que sustentan teorías que para la
psicología ya no resulta fácil desechar.
-Las neuronas espejo son responsables de la
imitación y de la comprensión de las acciones. ¿Qué papel juega la imitación en
nuestro aprendizaje?
-Un
tremendo papel. Aunque la imitación parece denigrante, resulta muy buena para
nuestra cultura. Si inventas algo y yo puedo imitarlo, permanecerá en la
sociedad. Si eso no es posible, desaparecerá. Nuestra cultura se basa en una
serie de imitaciones, empezando por el paradigma experimental de la ciencia,
que implica que todo experimento ha de ser reproducible para que tenga validez
científica. La industrialización conlleva un alto grado de imitación, ahora
todo el mundo copia a todo el mundo, sean coches u ordenadores. Los niños
deberían aprender a imitar. La imitación es buena.
-¿Se refiere a una imitación inconsciente o
deliberada?
-Para
imitar bien hay que pensar. La imitación inconsciente puede llevar a imitar
cosas que carezcan de sentido. La teoría del gen egoísta de Dawkins sostiene
que el principal cometido de los genes es copiarse a sí mismos, algo que puede
parecer un poco tonto.
-¿Y esas similitudes en el comportamiento
gestual que a veces se dan entre padres e hijos o entre personas que conviven
estrechamente responden a alguna imitación inconsciente?
-Es un sistema de
estabilidad que contribuye a crear vínculos de ayuda entre los miembros de un
grupo.
-Un mundo en el que el contacto
interpersonal es quizá más estrecho y continuado que nunca, a través de una
amplia tecnología, pero cada vez menos cara a cara, ¿altera de alguna manera
esas respuestas neurológicas?
-Veo
un peligro en eso. La comunicación con el cuerpo, el gesto, el tocar es mucho
más natural y estableces vínculos más fuertes. Lo otro es más frío y no está en
la base biológica de nuestra evolución. Ocurre con el teléfono. Es
impresionante ver a dos novios hablando por teléfono cuando uno está casi al
lado del otro. ¿Qué vínculo se crea así?
-A partir del conocimiento que tenemos de
cómo se desarrolla esta interacción humana, de sus bases neurológicas, ¿cabe
algún entrenamiento de esas capacidades?
-Aquí estoy un
poco perdido. Estoy seguro de que podemos mejorar el sistema motriz y
comprender el comportamiento social. Pero la emoción que acompaña a esa acción
no sé cómo se hace. Quizás el arte pueda servir para eso, porque descansa sobre
las mismas bases que las emociones. Pero esto es una especulación, no una
teoría elaborada, aunque avanzar en ello quizá suponga avanzar en la empatía.
-La emoción podría considerarse un
descubrimiento reciente en la neurofisiología. Antes parecía algo inmanejable
para la ciencia. Ahora sabemos que tiene más peso del que creíamos en nuestro
aparente comportamiento racional.
-Nuestras
decisiones tienen la misma probabilidad de éxito si se sustentan sobre una base
racional que si lo hacen sobre una base emocional. Al menos eso sostiene cierto
premio Nobel de Economía. Las emociones tienen una función tremenda en nuestras
decisiones, aunque existe la tendencia a prevenir determinados comportamientos
que se sustentan en ellas diciendo cosas como 'eres demasiado emocional'.
La
curiosidad caracteriza al neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti,
que se interesó por lo que albergaba originalmente el Hotel La Reconquista, en
Oviedo, y su patio interior, y se sorprendió cuando supo que el edificio se
concibió como un hospicio. El padre de las neuronas espejo irradia pasión, amor
por lo que hace y también interés por divulgar.
¿Estamos
en una sociedad que actúa básicamente por imitación?
No creo, pero depende de lo que se
entienda por imitación. Por ejemplo, en las escuelas no permiten que los
alumnos imiten, prefieren que sean creativos. Aun así, la imitación está en
todas partes.
¿Cree
que en el proceso de aprendizaje tiene más importancia la práctica que la
teoría?
Se aprende de ambas formas. Creo que
lo interesante de las neuronas espejo no son las imitaciones. Es la capacidad
de comprender a la gente de forma automática, empática y emocional.
¿Se
pueden fomentar el uso de las neuronas espejo como técnica pedagógica?
Hasta la fecha se ha utilizado sólo
en estudios preliminares. Los pacientes de un ictus, por ejemplo, ven a alguien
llevar algo a cabo y también lo hacen y, así, se pueden recuperar antes.
¿El
ser humano recurre a la imitación toda la vida o es más fácil para los niños?
Aunque no somos máquinas de
imitación, es algo importante, primordial en la infancia, pero también en la
edad adulta. En un estudio reciente se demostró que se aprende a bailar mejor
con el sistema de espejo. Los que lo usan, tienen esas neuronas más
desarrolladas.
La
falta de neuronas espejo explica el autismo…
En este tema hay que ir con mucha
cautela. Los hay que exageran. El autismo no es sólo un sistema de neuronas
espejo estropeado. Es más complejo. En mi opinión, es un problema del sistema
motriz. Por eso sabremos más cuando la enfermedad se detecte en el primer año
de vida del niño cuando no esté desarrollada la movilidad, que es hacia donde
van encaminadas las investigaciones.
¿El
ser humano es empático por naturaleza?
Hemos descubierto que todo el mundo
tiene el mecanismo de la empatía, excepto algunas personas muy concretas. Es lo
que nos pone en contacto con todos, en primer lugar con la madre. Ahora la
clave está en qué hacer con este enlace.
Giacomo Rizzolatti, neurobiólogo. En
1996 provocó una convulsión en la ciencia al descubrir las neuronas espejo,
responsables de que sepamos entender qué sienten los otros
No los vemos ni los tocamos, pero
ahí están. Son espejos en nuestros cerebros, neuronas que reflejan la actividad
de los otros y que explican la empatía, la imitación, el legado cultural.
Forman un sistema que permite que sintamos lo que sienten los demás.
Fue
el neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti quien, al frente de su equipo de la
Universidad de Parma (Italia) descubrió por casualidad en 1996 las llamadas
neuronas espejo en los monos. Estaban investigando una zona de la corteza
cerebral de los macacos vinculada al movimiento. Para comprobar la dinámica
neuronal, los primates estaban monitorizados constantemente por medio de unos
electrodos adheridos a sus cabezas. Cuando los monos se movían o agarraban
algún objeto, unas se activaban.
La traducción era un pico en el
registro. Pero el chasquido se repitió –y eso es lo que ni Rizzolatti ni sus
colegas esperaban– cuando los animales veían hacerlo a otros primates, o
incluso a los investigadores. Había, pues, actividad neuronal cuando los
macacos se comían un plátano y también cuando observaban a otros llevárselo a
la boca. Era lo mismo para su cerebro.
Si
hay base bioquímica en el sistema espejo, valdrían hormonas para curar
enfermedades
El sistema espejo existe en los
humanos, aunque es más complejo. Nos emocionamos al ver a unos amigos tener un
hijo, sufrimos si alguien pierde a un ser querido, interiorizamos la tensión
del héroe en peligro de la película. Empatizamos, les entendemos. Aprendemos.
Imitamos. Las neuronas espejo explicarían por qué somos seres sociales en
contacto con los otros, cómo cambia el lenguaje o cuál es la raíz del autismo.
Y esto sólo es el comienzo. Rizzolatti se entusiasma relatando las hondas
implicaciones de su descubrimiento. Vivaracho, habló la semana pasada en El
Escorial sobre su hallazgo en los cursos de verano de la Universidad Complutense.
En
2000, el neurólogo Vilayanur Ramachandran predijo que su descubrimiento “hará
tanto por la psicología como el ADN por la biología”. Usted siempre ha sido más
prudente. Vistos los avances, ¿está ya convencido del salto?
Fue muy halagador. Pero es cierto el
enorme impacto en la neurobiología. Nos han citado más de mil veces, se abren
nuevas vías de investigación. La traducción del sistema espejo es simple:
participamos en la vida de los otros, sentimos y entendemos lo que sienten y
entienden los otros.
En
otras palabras, sabemos ponernos en la piel de cualquiera. Sí, con un matiz.
Cuando decimos eso, nos referimos a un proceso cognitivo: me quiero poner en la
piel de alguien. Sin embargo, las neuronas espejo nos hacen imitar al otro de
forma automática, sin pensarlo. ¿Qué perspectivas se abren hoy?
Muchas. Unos estudian su relación
con la esquizofrenia, que podría ser una desregulación del sistema espejo.
Otros, si existe en otros animales, además de en primates y humanos. Ya se ha
descubierto en pájaros cantores, y si se diera en roedores, nos permitiría
manipularlos, ensayar. Si hubiera base bioquímica en las neuronas espejo, se
podrían utilizar hormonas u otras sustancias para curar enfermedades en
humanos.
Los autistas
no sienten nada dentro de sí mismos, no comprenden el porqué de las acciones de
los otros
Sería
el caso del autismo, ¿no?
Los niños autistas no sienten nada
dentro de ellos mismos, no comprenden el porqué de las acciones de los otros.
Por eso se aíslan. Sus sistemas espejo están deteriorados. De ahí que haya que
abordar el autismo desde la motricidad, buscando cómo encender sus espejos.
Hay
un paso increíble en los humanos: leemos las intenciones de los demás, algo
íntimo.
Sí, hoy podemos afirmar que
entendemos las que son básicas, las emocionales y las motoras. De las
intenciones más complejas, cognitivas... no tenemos pruebas aún.
¿Cuándo
comienza la imitación?
A los pocos minutos de nacer, los
bebés ya pueden sacar la lengua a un adulto que les lance ese gesto. Los niños
desarrollan sus sistema espejo al tiempo que su sistema motor
Si
aprendemos la empatía desde críos, ¿cómo explicar la actitud de asesinos o
violadores?
Suele haber una confusión. El
sistema espejo hace que entiendas qué sienten los demás. Somos empáticos por
naturaleza, pero el individuo y la sociedad pueden controlarlo. Un policía está
entrenado para ser duro con el delincuente; un cirujano, para abrir en canal a
alguien.
¿Y
la creatividad? ¿La historia se reduce a la mera imitación?
Copiar es la base de nuestro
aprendizaje, gracias al sistema espejo. Sin imitación no habría cultura. Es
más, somos grandes imitadores, no como los monos. Hacemos como los viejos
pintores: iban al taller, la bottega
del artista, aprendían y luego desarrollaban su estilo. ¡Veamos los primeros
cuadros de Picasso! Una vez interiorizado, mejoramos, inventamos. Ahí llega la
originalidad.