Se va haciendo ya un lugar común que el
dicho atribuido a Ignacio de Loyola -"Confía en Dios como si todo
dependiera de Él, y esfuérzate como si todo dependiera de ti"- no sólo no
es de él, sino que incluso no reflejaría correctamente su pensamiento. Y que,
sin ser tampoco suyo, sería más bien
este otro el que lo revelaría más exactamente: "Confía en Dios como si
todo dependiera de ti, y esfuérzate como si todo dependiera de Dios".
En Ignacio es justamente su experiencia
de Dios, en la que fe y fidelidad creciente se dan la mano, la que enciende los
motores de su actividad en favor de su reino: confía en Dios con tal tipo de confianza que provoque lo mejor de ti en
favor de su reino.
Al mismo tiempo su empeño humano lo vive
no como un nuevo Prometeo, sino como don recibido de "arriba": esfuérzate como si todo dependiera de Dios.
Un Dios, por otra parte, al que Ignacio experimenta y describe siempre como
"Dios siempre mayor" y al que responde, consiguientemente, con un
siempre inacabado más. (Teilhard de Chardin)