APARTAMIENTO...
Y CAÍDA...
Al apartarse del
Principio de su ser y de todos los seres, el hombre cae en el no-ser:
"Privados del pensamiento de Dios y vueltos hacia la nada (pues el mal es
el no-ser y el bien es el ser), los hombres quedan privados también para
siempre del ser". De este apartarse de Dios se derivan para el hombre
todos los males, pues pierde todos los bienes divinos de los que ya participaba
y que estaba llamado por naturaleza a poseer en plenitud. En efecto, "de
Dios toma su bondad todo lo que es bueno; por tanto, el que se aleja de Él va hacia el mal". Al apartarse de Dios,
al negarlo e ignorarlo, el hombre se aparta de su auténtica naturaleza y de su
verdadero fin que consiste en asimilarse a Él por el Espíritu. Pervierte así
sus facultades, orientadas por naturaleza hacia Dios, y desvía las tendencias impresas
en su naturaleza. De ello se derivan los peores desórdenes: para su ser entero,
que deja de estar orientado hacia su objetivo normal; para su alma y su cuerpo,
los cuales dejan de realizar su condición natural de unión con Dios. "El
que se aleja de su propio principio, cuando resulta ser una parcela de Dios en
razón de la virtud que se la ha dado, es arrastrado de manera irracional hacia
el no-ser. Con motivo se dice que decae, pues ya no se mueve según su principio
y su causa, según la cual, en la cual y por la cual ha venido a la existencia;
se halla en un equilibrio inestable y en un espantoso desorden del alma y del
cuerpo; se convierte en autor de su propia decadencia desde la causa inherente
y siempre idéntica a ella misma hacia lo peor, por haberse apartado adrede. Por
tanto, se dice que cae desde arriba, ya que, teniendo el poder de dirigir los
pasos de su alma irresistiblemente hacia Dios, ha cambiado voluntariamente lo
mejor y el ser por lo peor y el no-ser". (JCL; TEE)
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