EN EL MANANTIAL

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ESTUDIO DEL PINTOR

lunes, 10 de febrero de 2025

6º domingo T.O. ciclo - C Lc 6, 17.20-26


 

6º DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO    Lc 6, 17. 20-26    ciclo - C

            A la vista de estas Bienaventuranzas (Btzas) seguro que no faltarán los radicales que cojan el rábano por las hojas y digan que a Jesús le gusta la pobreza y que la gente llore y sea injustamente tratada, o que nosotros no tengamos que luchar contra la pobreza y el hambre y las injusticias y el dolor de este mundo. No son felices los pobres por ser pobres, o por pasar hambre o sufrir injusticias. La pobreza no es el ideal de la vida. Jesús, precisamente, multiplicó panes y convirtió el agua en vino y se dedicó a curar y a defender a los más marginados de la sociedad.

            Lo que significan estas Btzas es que no debemos poner nuestro corazón en los bienes materiales y en los éxitos sociales. Jesús llama felices a los que están vaciados de sí mismos y abiertos a Dios, y lamenta la suerte de los autosuficientes y satisfechos, porque se están engañando. Pobre es el que se abandona totalmente en las manos de Dios, por eso son sus preferidos, de ese Dios que derriba a los potentados de sus tronos y ensalza a los humildes, que despide vacíos a los que se creen ricos y llena de bienes a los pobres, como cantó María en su Magnificat. Son felices porque, a pesar de lo que tengan que sufrir, están abiertos a Dios y no pierden la paz ni el sentido de la vida, porque no han puesto su felicidad en las riquezas ni en el prestigio humano.

            Es el mismo mensaje del profeta Jeremías: Maldito quien confíe en el hombre; bendito quien confía en el Señor. Aquí “maldito-insensato” es el confía en sus propias fuerzas y actúa según los criterios del mundo, “apartando su corazón del Señor”. Este será estéril como “un cardo en la estepa”. Mientras que es “bendito-sensato” quien pone su confianza y sus criterios de conducta en el Señor: este si será “un árbol plantado junto al agua, que no dejará de dar fruto”.

            El salmo insiste en la misma doble dirección: “dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”, el que “no sigue el consejo de los impíos, sino que su gozo es la ley del Señor... Será como un árbol plantado al borde de la acequia... No así los impíos, no así: serán paja que arrebata el viento”.

            Para comprender verdaderamente estas Btzas Pablo, en su carta a los Corintios, nos aconseja que es buena sabiduría mirar a Cristo, en su misterio pascual, y mirar también a nuestro futuro, que de alguna manera empezó el día de nuestro bautismo, incorporados como fuimos a Cristo, y terminará al final, compartiendo su destino ya en la definitiva y verdadera vida. Esta mirada hacia nuestro futuro influirá en nuestro estilo de vida y nos hará buscar los valores que valgan al final, no los que nos halaguen durante el camino.

            Las Btzas son la experiencia de Jesús de Nazaret en su vida oculta, viviendo como uno de tantos, como un cualquiera, como un don nadie. Y esta es su experiencia de cara a la felicidad, esa que todos buscamos, de un modo u otro..., otra cosa es que atinemos, que acertemos –“todos queremos ser felices y creemos estar llamados a ello”-... eso son la Btzas. Sin embargo, Jesús de Nazaret, las pone en aquello que nosotros creemos que es lo contrario a la consecución de esa felicidad a la que aspira todo ser humano. Todos tenemos de un modo o de otro nuestras “Privadas Btzas” ..., y a la vista de lo que pasa y de cómo va el mundo tenemos que reconocer y afirmar –“que no tenemos excesivo acierto es esa búsqueda de la felicidad”-.

En Lucas las Btzas suenan a buena noticia y también a amenaza. Es como si el Señor nos advirtiera que no caminar por el sendero que nos propone nos lleva a la perdición. Detrás de este sermón de Jesús está el programa de vida para los que quieren seguirle. Las Btzas son una propuesta y a la vez un indicativo para el camino. Al confiar en él dejamos de confiar ingenuamente en nuestro poder, en todo lo que nos hace creer que estamos seguros y protegidos, y que, ofuscando nuestro corazón, nos separa de los demás convirtiéndonos en tierra maldita, es decir, en desiertos donde los demás no puede encontrar vida.

La alegría del evangelio va de la mano de la esperanza, es una alegría difícil, una alegría extraña a los caminos del mundo que son los únicos que parecemos conocer. La bienaventuranza no se recibe mediante prácticas de pacificación del corazón, se recibe en un oscuro camino de fe, de amor y de esperanza en Dios.

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