1º VIERNES DE ADVIENTO
(S) Inmaculada
Concepción de la Virgen María, Lc 1,
26-38
La vida de María es la vida de todo ser humano donde hay
presencia de gozos y de dolores. Ella nos enseña a abrirnos a estos
misterios cotidianos. La Palabra viene sobre cada uno de nosotros en unas
coordenadas de espacio y tiempo concretos. Sobre María vino «A los seis meses…
en Nazaret». Y la primera Palabra de parte de Dios es «alégrate…». Venimos de
la alegría de Dios. El ángel no le dice quién es Dios, sino «no temas, está
contigo».
Podemos contemplar la humanidad de María con sus dudas y preguntas y,
también, podemos ver cómo esta mujer es llenada por Dios. El anuncio no tiene
lugar en la ciudad santa, Jerusalén, ni en el lugar sagrado del templo, ni el
momento de la oración… sino en un lugar anónimo y desconocido, Nazaret, en un
espacio profano, en el corazón de la cotidianeidad. En la casa, en la
normalidad de la vida, Dios nos roza, nos toca. Y, cuando Dios se acerca, trae
una caricia, un anuncio de felicidad. Su cercanía conforta la vida: «Jaire,
alégrate» … Sé feliz. Cuanto más evangelio entra en nuestras vidas, más vivos
estamos. Dios nos sueña desplegados.
El sueño de Dios es para nosotros un “cómo”. El “qué” no podemos
elegirlo, mientras que en los “cómos” se nos juega la vida. «¿Cómo será
esto?», se pregunta María. ¿Cómo puedo acoger esto que me pasa?, nos
preguntamos. ¿Cómo estoy viviendo este tiempo- sea lo que sea que me toque
vivir- de manera que me lleve a más amor, a más cuidado, a más apertura a lo
imprevisible de Dios?
La segunda palabra del ángel es «kejaritomene, llena de gracia».
Dios se ha enamorado de ti, Dios te ha agraciado. María no está llena de gracia
porque ha respondido sí a Dios, sino porque Dios le ha dado antes su “sí”. Dios
ha llamado a su puerta y ella ha abierto, ha consentido libremente a su acción
y a su cariño. En el hueco de su cuerpo, en su acogida confiada, la misma vida
de Dios se teje en la historia. San Efrén lo dirá muy bellamente: “Habitó
en el seno de una muchacha Aquél que llena de sí el mundo”.
Celebrar la “Anunciación del Señor a la Inmaculada” es celebrar
que la vida de Dios está en el fundamento de todo ser humano, que en cada uno
de nosotros hay una huella de bondad, un lugar inocente, que permanece intacto
pase lo que pase. Por María sabemos que en un lugar del corazón hay un
espacio inmaculado desde el que somos incapaces de dañar. Cuando lo descubrimos
en ella, podemos creer que también nos es ofrecido a nosotros. Un lugar
de Dios que no ha sido tocado por nada ni por nadie. “Cada persona tiene un
núcleo sano en su interior. En él está entera y está sana, tiene conciencia de
que Dios la ama y la contiene”.
A Dios le gustamos como somos y nos sueña más preciosos todavía.
Que sea un día de acoger este “SI” primero de Dios a nuestras vidas con todo.
Que seamos hombres y mujeres bendecidos por las ganas de vivir.
Y alegrémonos muy especialmente por ese pequeño detalle de que el
Creador, para entrar en su creación, le pidiese permiso a la más radiante de
sus criaturas…, no por nada que ella hiciese, sino por lo que Él hizo con ella…