Hay un estado de descanso en Dios, de total
suspensión de toda actividad del espíritu, en el que no se pueden concebir planes,
ni tomar decisiones, ni siquiera llevar nada a cabo, sino que, haciendo del porvenir
asunto de la voluntad divina, se abandona uno enteramente a su destino. El descanso
en Dios es algo completamente nuevo e irreductible. Antes era el silencio de la
muerte. Ahora es un sentimiento de íntima seguridad, de liberación de todo lo que
la acción entraña de doloroso, de obligación y de responsabilidad.
Cuando me abandono a este sentimiento, me
invade una vida nueva que, poco a poco, comienza a colmarme y, sin ninguna presión
por parte de mi voluntad, a impulsarme hacia nuevas realizaciones.
-EDITH STEIN.