EL INTERIOR
¡Qué
quieto está ahora el mundo! Y tú, Dios mío,
que
cerca estás. Podría hasta tocarte.
Y
hasta reconocerte en cualquier parte
de
la tierra. Podría decir: río,
y
nombrara a tu sangre. En el vacío
de
esta tarde, decir: Dios, y encontrarte
en
esas nubes. ¡Oh, Señor, hablarte,
y
responderme Tú en el verso mío!
Porque
estás tan en todo, y yo lo siento,
que,
más que nunca, en la quietud del día
se
evidencian tus manos y tu acento.
Diría
muerte, ahora, y no se oiría
mi
voz. Eternidad, repetiría
la
antigua y musical lengua del viento.
-JOSÉ GARCÍA NIETO.
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