MISA FUNERAL: ASCENSIÓN (CHON)
…“LLENAR EL DOLOR DE SENTIDO”… es lo que hace Cristo acompañándonos por donde nadie puede acompañarnos, mostrándonos que siempre queda una puerta abierta, que su resurrección es también la nuestra...
“Algo que tenemos
que aprender a reconocer es que en la vida no hay explicación para todo y en la
fe tampoco”. Nosotros podemos
resolver enigmas, pero en el misterio solamente podemos profundizar cada día un
poco más. Algo hay evidente, “surgimos de las manos del Amor de Dios y el
Amor de Dios siempre entrega eternidad… que ya empieza aquí, si nos dejamos
inundar por su Gracia, pero que sabemos no tiene aquí su plenitud…
En un determinado
momento la fe puede querer ser para los creyentes un sustituto de la falta de
explicación del mundo y entonces buscamos un “porqué”, pero este es un camino
muy peligroso, porque a veces no lo hay. Entonces no se trata de vivir con una
explicación, sino en una aportación de vivir con fe, por más que a veces nos
cueste creerlo, que “toda situación está en las manos de Dios”.
A veces -por
enfermedad, por muerte- la vida contradice nuestras expectativas, y nosotros
que somos personas que necesitamos orden para vivir, que necesitamos lógica,
cuando eso no se da no sabemos qué hacer, nos sentimos inciertos, no sabemos
dónde apoyarnos, dónde ir y buscamos siempre algo que nos dé seguridades: “si
toco esto no me va a pasar nada, si rezo diez veces una oración no me va a
pasar nada…”, pero la vida no funciona así, y lo sabemos.
Una y otra vez la
vida nos pone ante los ojos que somos seres limitados, frágiles, amenazados y
que por más que digamos que todo va a ir bien, algunas cosas no van a ir bien.
Y es precisamente en esas situaciones adversas que se nos llenan de preguntas cuando
nos toca descubrir que la verdadera cuestión no es el ¿por qué?, sino
¿qué hago yo con todo eso que me ha venido?, ¿qué puedo hacer con todo mi
dolor?¿Cuál es el verdadero misterio de la vida y de la muerte…?
Ante el dolor
inexplicable es importante, antes de dar respuestas, llorar con el que llora,
acompañar a los que sufren. Corremos el peligro, ante el dolor, de responder
negativamente, de ensimismarnos, de encerrarnos en nosotros mismos, porque es
lo primero que hace el dolor, como cuando en la cama nos ponemos en posición
fetal, protegiéndonos contra todo, como se encoge el cuerno de un caracol
cuando lo tocamos; y comenzamos a sentir autocompasión, convenciéndonos de que
nada merece la pena.
Nos toca aprender
a encarar el dolor positivamente, descubrir
la compasión, porque el dolor propio nos hace entender qué les pasa a los
demás. El dolor puede generar empatía y la empatía puede generar comprensión y
la comprensión genera encuentro y solidaridad.
Debemos tener muy
presente siempre que “el icono de la fe es Cristo-Crucificado”,
donde se concentra la mayor contradicción del mundo: “lo que es más de
Dios está frustrado, está muerto”.
Pero, lo que
nos dice la fe es que esa situación está en manos de Dios, y es a
partir de ahí cuando nos toca optar, movernos, -“porque en la Cruz, Jesús
nos precede”- él sabe lo que nos pasa cuando el dolor nos rompe, y nos
acompaña a vivirlo, ofreciéndonos su fe.
No nos quita el
dolor, pero lo llena de sentido,
y nos mueve para que la vida no quede presa, atrapada, cerrada, sino que pueda
seguir dando de sí.
El mundo va a ser
siempre contradictorio y no sabremos explicarlo nunca del todo, pero en medio
de la contradicción Cristo nos ofrece un camino de fe y un camino de empatía y
de amor hacia los demás. Y ese es el Camino, si pretendemos la ‘Verdad’ y la
‘Vida’.
Todo esto tiene
mucho de “Gracia”: ¿por qué no podemos hacerlo cuando queremos?
Porque no depende solo de nosotros, depende de quién nos rodea, de qué nos
dicen, del contexto, de que sepamos resistir y esperar -por eso, para un
cristiano es fundamental rezar, pero la oración como “contemplación
de Cristo-Crucificado”, de lo que verdaderamente es Cristo.
Nos toca aprender
a crear “momentos de calidad” -los orantes igual que los
amantes-.
Fundamental en los
momentos de dolor es: no encerrarnos, llorar, dejarse acompañar, hacer silencio
ante la Cruz de Cristo y dar tiempo. Los brotes de dolor seguirán
arrastrándonos, pero todo está en las manos de Dios, porque el amor es más fuerte
que la muerte…, nos lo dice Cristo-Crucificado, que es la manifestación de
hasta qué punto Jesús ha sido libre, solidario y hombre de paz.
«Dios antes aún de
crearnos nos amó, con un amor que nunca ha disminuido, y nunca se desvanecerá. Y
en este amor Él hizo todas sus obras, y en este amor Él hizo de modo que todo
tenga su sentido, su misión, y en este amor nuestra vida dura para siempre… En
este amor tenemos nuestro principio, y todo esto lo veremos en Dios sin fin».
Nuestra
hermana Ascensión (Chon), nuestra madre, nuestra esposa, nuestra abuelita,
nuestra amiga del alma, ya ha cruzado ese puente que unía su corazón, al
corazón de Dios…
Descanse
en paz.