LA IMPERMANENCIA Y LOS CICLOS DE
LA VIDA
Hay nacimiento y muerte, creación y destrucción,
crecimiento y disolución de todo lo que es. Esto se refleja por doquier: en el ciclo
de la vida de una estrella o de un planeta, de un cuerpo físico, de un árbol,
de una flor; en el ascenso y en la caída de las naciones, de los sistemas
políticos, de las civilizaciones; y en los inevitables ciclos de pérdida y
ganancia que se alternan en la vida de los individuos.
Hay fases de éxito en que las cosas vienen a ti y se
desarrollan, y fases de fracaso en que las cosas se marchitan, se desintegran y
tienes que dejarlas ir para que puedan surgir otras nuevas, o para que se
produzca la transformación, la mutación. Si, llegado a ese punto, te apegas y
te resistes, te estás negando a seguir el flujo de la vida, y eso te hará
sufrir.
No es cierto que la fase ascendente del ciclo sea
buena y la descendente mala; esto sólo es un juicio mental. En general el
crecimiento se considera positivo, pero sabemos que nada puede crecer
eternamente. Si el crecimiento, del tipo que sea, siguiera indefinidamente,
acabaría volviéndose monstruoso y destructivo. La disolución es necesaria para
que se produzca un nuevo crecimiento. Ambos aspectos no pueden existir
separadamente.
La fase descendente del ciclo es absolutamente
esencial para la realización espiritual. Debes de haber fracasado rotundamente
a algún nivel, o haber experimentado una pérdida seria o un dolor, para
sentirte atraído por la dimensión espiritual. O quizá el éxito mismo haya
perdido significado, quedándose vacío y convirtiéndose en fracaso. El fracaso
reside oculto en cada éxito, y el éxito en cada fracaso. En este mundo, es
decir, en el nivel de las formas, todo el mundo “fracasa” antes o después, y
todas las realizaciones acaban convirtiéndose en nada. Todas las formas son
impermanentes.
Puedes mantenerte activo y disfrutar manifestando y
creando nuevas formas y circunstancias, pero sin identificarte con ellas. Ya no
las necesitas para tener una identidad. Han dejado de ser tu vida, para pasar a
ser tu situación en la vida.
Nuestra energía corporal también está sometida a
ciclos. No podemos estar siempre en un punto álgido, pero, puesto que tanto da,
el optimismo alegra más la vida. Habrá momentos de alta energía y otros de
energía baja. Habrá momentos en los que estarás muy activo y creativo, pero
también habrá otros en los que te parecerá que todo está estancado y sentirás
que no vas a ninguna parte, que no estás consiguiendo nada. Los ciclos tienen
una duración variable que van de unas pocas horas a varios años. Hay ciclos
largos y ciclos breves dentro de los ciclos largos. Muchas enfermedades se
generan por luchar contra las fases de baja energía, que son vitales para la
regeneración. La acción compulsiva y la tendencia a extraer la propia
autoestima y la identidad de factores externos, como el éxito, es una ilusión
inevitable mientras nos coronemos-identifiquemos con la mente. Esto hace que no
podamos aceptar las fases bajas del ciclo, que no las dejemos ser. Finalmente,
la inteligencia del organismo puede adueñarse de la situación como medida de
autoprotección y provocar una enfermedad que te obligue a detenerte para que
pueda tener lugar la necesaria regeneración.
La naturaleza cíclica del universo está estrechamente
vinculada a la impermanencia de todas las cosas y situaciones. Buda
hizo de la impermanencia una parte central de su enseñanza. Todas las
situaciones son muy inestables y están en flujo constante, o, como él dijo, la
impermanencia es una característica de cada estado, (Tao Te King, 22 y 23) de cada
situación que te encuentras en la vida. Lo que era satisfactorio cambiará,
desaparecerá y dejará de satisfacer. La impermanencia también es un punto
fundamental en las enseñanzas de Jesucristo: “No acumuléis tesoros en la
tierra, donde la polilla y el orín los consumen y donde los ladrones entran a
robar…” (Mt 6,19-21).
Cuando cambia el estado o situación con el que la
mente se ha identificado o desaparece, ésta por lo general se opone a aceptarlo. Se
apegará al estado que ha desaparecido y se resistirá al cambio. Es casi como si
nos cortaran un miembro del cuerpo.
…Y todo por ese afán de olvidar que sigue habiendo vida
más allá de la vida…/.