EN EL MANANTIAL

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ESTUDIO DEL PINTOR

sábado, 19 de diciembre de 2020

APRENDER DE LOS NIÑOS

APRENDER DE LOS NIÑOS

Jesús llamó a los discípulos y los envió con una tarea concreta. Les dio instrucciones precisas sobre el modo en que debían presentarse, así como objetivos concretos y criterios para decisiones y procedimientos. Les proporcionó una espiritualidad activa. Tras los primeros pasos en esa vida comprometida, Jesús comenzó a mostrarles que sus actividades no tenían mucho sentido y que no darían los frutos esperados sino entraban en una relación personal más profunda con Dios.

Así es como hay que entender, por ejemplo, sus encuentros con los niños. Jesús recrimina a los discípulos porque no permiten que los niños se acerquen a él. Comenta entonces que ellos ya están en el Reino de Dios, mientras que los discípulos solo podrán llegar allí con un gran esfuerzo:

«Entonces le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: “Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos” (Mt 19,13-14; Mc 10,13-16; Lc 18,15-17)».

Es más: Jesús menciona a los niños incluso como modelo para otros, también para los discípulos:

«En verdad os digo, el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él (Lc 18,17)».

Con mayor claridad aún se expresa Jesús cuando los discípulos le preguntan quién es el mayor en el reino de Dios. Entonces coloca a los niños en el centro y como criterio para los discípulos. Estos, a pesar de que ya han recibido una misión, tienen que convertirse primeramente y llegar a ser como los niños; de otro modo no podrán llegar a la vida eterna.

«En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”. Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,1-13)» 

Jesús refuerza otras veces más esta afirmación. Primeramente cuando coloca la pequeñez como criterio de grandeza en el reino de los cielos.

«El que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos (Mt 18,4)».

Después se identifica totalmente con esos niños:

«El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí (Mt 18,5)».

Y, finalmente, los pone en relación directa con Dios, su Padre:

«Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles está viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial (Mt 18,10)».

Esta actitud de vida es ciertamente distinta que la planteada en la espiritualidad activa. ¿Qué es, pues, lo que Jesús quiere decir con esta cambio? ¿Qué se propone con él? ¿Qué significa este contraste respecto de las exigencias puestas con ocasión de la misión de los discípulos?

Este contraste con la espiritualidad activa va aún más allá. En lugar de colocar tareas, Jesús habla de un detenerse y descansar. Él había anunciado a los discípulos persecuciones; pero ahora, en lugar de eso quiere que descansen. ¿Cómo se conjugan ambas cosas?

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mt 11, 28-30)».

Con ocasión de su misión, Jesús dio a los discípulos instrucciones prudentes y sabias para el camino; pero ahora dice que su Padre ha ocultado todo esto a los entendidos y sabios.

«En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien” (Mt 18, 25-26)».

Con todo esto, ¿quiere Jesús expresar mensajes paradójicos? ¿Qué oculta el Padre del cielo a los apóstoles que haya revelado ya a los niños?

(FRANZ JALICS) 


 

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