AMAR
«Amar a alguien es tener siempre esperanza
en él. Desde el momento en que comenzamos a juzgar a alguien, limitamos nuestra
confianza en él; desde el momento en que lo identificamos con lo que sabemos de
él y, por tanto, lo reducimos a ello, dejamos de amarlo y él deja de ser capaz
para mejorar. Deberíamos esperarlo todo de todos. Debemos atrevernos a ser amor
en un mundo que no sabe cómo amar».
(Charles de Foucauld)
Sin embargo, nos dice Jesús en el
evangelio según san Mateo 7,6: “No deis lo sagrado a los perros no les
echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen, y además se
vuelvan y os destrocen”. Estamos al final del Sermón del Monte. Los
futuros discípulos pueden sentirse entusiasmados, con ganas de que Jesús
termine de hablar para lanzarse a proclamar su mensaje a todo el mundo,
indiscriminadamente. O, una vez formada la comunidad cristiana, pueden sentirse
inclinados a admitir dentro de ella a cualquier persona. Las palabras de Jesús
suponen un toque de atención.
Ante todo, lo que está en juego no es una
teoría cualquiera, ni un programa religioso o político. Es algo sagrado, un
enorme tesoro que Dios nos concede y ante el que debemos sentir profundo
respeto. Además, no todo el mundo es bueno: hay gente que desprecia el mensaje
del Evangelio y gente que incluso se irrita con él y está dispuesto a destrozar
a sus portadores -porque en muchas ocasiones la ignorancia y la enfermedad
suelen ir de la mano-. Todo esto tampoco significa que estas personas estén ya
condenadas. Esa es otra cuestión.
Si bien es cierto, que tampoco podemos
olvidar lo que nos dice Jesús en el evangelio según san Juan 14,12: “En
verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo
hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre”.
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