MUTACIONES: TUI, EL LAGO, LA HIJA MENOR
(Conversaciones con Lao Tsé)
Principio y fundamento de la
alegría como atributo personal significa que la verdad, la fuerza y la firmeza
interior se manifiestan hacia afuera mediante la suavidad y la dulzura; claro
que, se requiere también como necesaria la constancia. Así se adopta la postura
correcta ante Dios y las personas. Cuando por la amabilidad conquistamos a los que podríamos llamar buscadores, ellos asumirán todas las circunstancias
penosas, y no se arredrarán ni tan siquiera ante el poder de la muerte. Así de
grande es el poder de la alegría.
Algunos caminos nos obligan a
ir más allá de los opuestos mentales a los que tan acostumbrada está la mente
dualista, entonces nos es dado descubrir que somos como un profundo lago. La
situación externa de nuestra vida, y lo que allí ocurra, es como la superficie
del lago. A veces está en calma, otras veces agitada, dependiendo de los ciclos
y estaciones. Sin embargo, en lo profundo, el lago siempre permanece
inalterado. Debemos ser conscientes de la totalidad del lago, no sólo de la
superficie, y estar en contacto con nuestra propia profundidad, que permanece
absolutamente quieta. No nos resistimos al cambio aferrándonos mentalmente a
ninguna situación. Nuestra paz interna no depende de ello. Habitamos en el Ser
-inmutable, intemporal, inmortal- y ya no dependemos del mundo externo, de las
formas eternamente cambiantes, para sentirnos felices o satisfechos. Puedes
disfrutar de las formas, jugar con ellas, crear nuevas formas apreciar la
belleza de las cosas…, pero no necesitas apegarte a nada.
Una de las prácticas espirituales
más poderosas es la de meditar profundamente en la mortalidad de las formas
físicas, incluida la propia. A esto se le llama “morir antes de morir”.
Entra en esta práctica profundamente. Tu forma física se está disolviendo, deja
de ser. Después llega un momento en que todas las formas mentales o
pensamientos también mueren. Sin embargo, ‘tú’,
la presencia divina que eres, sigue estando allí. Radiante, plenamente
despierto. ‘Nada real ha muerto jamás; sólo los nombres, las formas y las
ilusiones’.
‘La realización de la dimensión
inmortal’, tu verdadera naturaleza, es el otro lado de la compasión.
Desde el sentimiento profundo ahora reconoces tu propia inmortalidad, y a
través de la tuya, también la de todas las demás criaturas. En cuanto a la
forma, compartes la mortalidad y la precariedad. En cuanto al ser, compartes la
vida radiante, eterna. Estos son los dos aspectos de la compasión. En la
compasión, los sentimientos aparentemente opuestos de tristeza y alegría se
funden en uno y se transmutan en una profunda ‘paz interna’. Es la ‘paz
de Dios’, uno de los sentimientos más nobles que los seres humanos
podemos sentir, que tiene una gran cualidad sanadora y un tremendo poder
transformador. Pero la verdadera compasión es bastante rara. Tener un alto
grado de empatía por el sufrimiento de otro ser humano requiere, ciertamente,
un alto grado de conciencia, pero ésta es sólo una de las caras de la
compasión. No lo es todo. La verdadera compasión va más allá de la empatía o de
la simpatía, y no despierta hasta que la tristeza se funde con la alegría, la
alegría de Ser más allá de la forma, la alegría de la vida eterna.
Recuerda que tu percepción del
mundo es un reflejo de tu estado de conciencia. No estás separado del mundo. No
hay un mundo objetivo ahí afuera. Tu conciencia crea el mundo que habitas a
cada momento. Una de las grandes comprensiones aportadas por la física moderna
es la de la unidad entre el observador y lo observado: ‘la persona que dirige el
experimento -la conciencia observante- no puede separarse del fenómeno
observado, y si miras de otra forma, el fenómeno observado se comportará de
manera diferente’. Si crees, a nivel profundo, en la separación y en la
lucha por la supervivencia, entonces verás esa creencia reflejada a tu
alrededor por todas partes, y tus percepciones estarán gobernadas por el miedo.
Vives en un mundo de muerte donde los cuerpos luchan, se matan y se devoran
unos a otros.
Nos toca despertar de nuestra
identificación con la forma, porque nos jugamos algo importante. Entonces ya no
estarás ligado a este mundo, a este nivel de realidad. «Puedes sentir sus raíces de lo No-Manifestado, y así
eres libre del mundo manifestado. Puedes seguir disfrutando de los placeres
efímeros del mundo, pero ya no temes perderlos y tampoco necesitas aferrarte a
ellos. Aunque puedes disfrutar de los placeres sensoriales, el ansia de
experiencia sensorial desaparece, como también desaparece la búsqueda constante
de gratificación psicológica, que es alimento para el ego. Estás en contacto con
algo infinitamente mayor que cualquier placer, mayor que cualquier cosa
manifestada».
En cierto sentido ya no
necesitas del mundo. Ni siquiera necesitas que sea distinto de como es. Sólo en
este punto eres capaz de sentir verdadera compasión y de ayudar eficazmente a
los demás en el nivel de las causas. Sólo los que han trascendido el mundo
pueden crear un mundo mejor.
La naturaleza dual de la
verdadera compasión es conciencia del vínculo común de la mortalidad y la
inmortalidad que compartimos. En este nivel profundo, la compasión se convierte
en sanación en su sentido más amplio. En ese estado, tu influencia sanadora no
se basa fundamentalmente en el hacer, sino en el ser. Mucha gente no se da cuenta de que la “salvación” no está ni puede estar en
las cosas que hacen, poseen o logran. [En “Sabiduría de un pobre”, donde
narra algunos aspectos de la psicología de san Francisco de Asís y su relación
con Dios, dice E. Leclerq: “El hombre no se salva por sus obras, por
muy buenas que sean. Es preciso que se haga él mismo obra de Dios… Entonces se
hace niño y juega el juego divino de la creación. Puede mirar con igual corazón al sol y a la
muerte. Con la misma gravedad y la misma alegría”]. Los que se dan cuenta de ello se sienten a menudo cansados del
mundo y se deprimen: Si nada puede darme la verdadera satisfacción, ¿queda algo
por lo que merezca la pena luchar? ¿Para qué intentar nada? El profeta del AT
debió haber llegado a esta misma conclusión cuando escribió: “He
visto todo lo que se hace bajo el sol, y todo es vanidad y atrapar vientos”
(Qo). Cuando llegas a este punto, estás a un paso de la desesperación,
y también a un paso de la iluminación .“Es hora de dejarle a Dios ser Dios”.
Todas las personas con las que
entres en contacto se sentirán tocadas por tu presencia y afectadas por la paz
que emanas, seas consciente de ello o no. Cuando estás plenamente presente y la
gente que te rodea muestra una conducta inconsciente, no sientes la necesidad
de reaccionar a ella porque no le concedes el carácter de realidad. “Tu
paz es tan profunda y vasta que cualquier cosa que no sea paz desaparece en su
seno como si nunca hubiera existido”. Esto rompe los ciclos de acción y
reacción. Los animales, los árboles y las flores sentirán tu paz y responderán
a ella. Enseñas mediante tu ser, demostrando la paz de Dios. Te conviertes en
la “luz del mundo”, una emanación de conciencia pura, y por tanto eliminas el
sufrimiento de raíz. Eliminas la inconsciencia del mundo.