EN EL MANANTIAL

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ESTUDIO DEL PINTOR

miércoles, 27 de noviembre de 2019

¡¡¡COMO NO TE COMPRENDO, TIENES QUE ESTAR EQUIVOCADO!!!



...¡¡¡CÓMO NO TE COMPRENDO, TIENES QUE ESTAR EQUIVOCADO!!!...
Desde el propio nivel de desarrollo espiritual, sólo se puede alcanzar a comprender a las personas que están sólo un poco más allá que uno mismo. Algunos teóricos dicen que uno no se puede estirar más que un paso sobre el propio nivel de conciencia, y que eso ocurre en un día bueno. A causa de esta limitación, los que están en niveles más profundos (o "más altos"), más allá del propio, invariablemente aparecen como equivocados, pecadores, heréticos, peligrosos y aún merecedores de ser eliminados. ¿De qué otra manera podemos explicar el que los profetas tan a menudo fueran asesinados, que los verdaderamente santos fueran marginados como ingenuos, y la existencia de las más bien abundantes actitudes racistas, autoprotectoras y belicosas de personas que se consideran civilizadas? Se puede ser "civilizado" y, con todo, estar juzgando desde una postura enteramente egocéntrica de un estado inicial de desarrollo. De hecho, una de las mejores cubiertas de personas muy narcisistas es ser educado, sonriente y del todo civilizado. Me han dicho que Hitler amaba a los animales y la música clásica, sobre todo Wagner [...quizá por eso, como dice W. Allen, cada vez que escuchamos a Wagner -la Valquiria- nos entran ganas de invadir Polonia].
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Si el cambio y el crecimiento no están programados en la propia espiritualidad, si no hay advertencias serias sobre el efecto negador del miedo y el fanatismo, la religión terminará, por venerar el statu quo y proteger la postura presente del yo y las ventajas personales... ¡como si fueran Dios! Aunque el primer mensaje predicado por Jesús es claramente: !¡Cambiad!" (como en Mc 1,15 y Mt 4,17), cuando dijo a sus oyentes que se "convirtieran", lo que literalmente significa "cambiad vuestra mente", no ha influido fuertemente en la historia cristiana. Esta resistencia al cambio es tan corriente, de hecho, que es casi lo que esperamos de las personas religiosas, que tienden a que les guste mucho más el pasado que el futuro o el presente. Todos podemos concluir que gran parte de la religión organizada está viviendo dentro de los puntos de la "primera mitad de la vida", lo que normalmente coincide con el lugar en que en cualquier cultura está la mayoría de las personas. Todos recibimos y transmitimos lo que nuestras gentes están dispuestas a oír, y la mayoría de las personas no son "pioneros". Sin embargo, la inteligencia de los animales se determina por su capacidad de cambiar y adaptar su conducta en respuesta a circunstancias nuevas. Los que no lo hacen se extinguen.
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Este esquema de resistencia es tan claro y aun destructivo para Jesús que hace que resuene en uno de sus dichos menos amables: "No echéis a los perros lo santo ni tiréis perlas a los cerdos porque las hollarán y luego se volverán contra vosotros y os despedazarán" (Mt 7,6). Podríamos ahorrarnos muchos disgustos o acusaciones sabiendo cuándo, dónde, a quién y cómo hablar sobre cosas espiritualmente maduras. Haríamos mejor en ofrecer lo que cada cual está dispuesto a oír estirándolo sólo un poquito. Ken Wilber dice que la mayoría de nosotros sólo quiere poner en cuestión el cinco por ciento de nuestra presente información sobre cualquier punto... ¡incluso en un buen día! Sospecho que los profetas son esos a quienes no les importa si la gente está dispuesta a escuchar su mensaje. Lo dicen porque tiene que decirse y porque es verdad.
Si no hay una autoridad sabia capaz de protegerlos y hacer real lo que dicen, la mayor parte de las personas proféticas o sabias, y casi todos sus "tempranos clientes", casi son "despedazados". Su sabiduría suena como una locura peligrosa, como la mayor parte del Sermón de la Montaña de Jesús, como Gandhi le sonaba a la Gran Bretaña, Martin Luther King a la América blanca, Nelson Mandela a la holandesa y reformada Sudáfrica, Harriet Tubman a las Hijas de la Revolución Americana, y las monjas norteamericanas al patriarcado católico.
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