FUNES,
EL MEMORIOSO
«La memoria fue muy valorada por las
grandes culturas como resistencia ante el devenir del tiempo. No el recuerdo de
simples acontecimientos, tampoco esa memoria que sirve para almacenar
información en las computadoras: hablo de la necesidad de cuidar y transmitir
las primigenias verdades. En las comunidades arcaicas, mientras el padre iba en
busca de alimento y las mujeres se dedicaban a la alfarería o al cuidado de los
cultivos, los chiquitos, sentados, sentados sobre las rodillas de sus abuelos,
eran educados en su sabiduría; no en el sentido que le otorga a esta palabra la
civilización cientificista, sino aquella que nos ayuda a vivir y a morir; la
sabiduría de esos consejeros que, en general, eran analfabetos, pero, como un
día me dijo el gran poeta Senghor, en Dakar: "La muerte de uno de esos
ancianos es lo que parta ustedes sería el incendio de una biblioteca de
pensadores y poetas". En aquellas tribus, la vida poseía un valor sagrado
y profundo, y sus ritos, no sólo hermosos sino misteriosamente significativos,
consagraban los hechos fundamentales de la existencia: el nacimiento, el amor,
el dolor y la muerte. En el pueblo de campo donde nací, antes de irnos a
dormir, existía la costumbre de pedir que nos despertaran diciendo: "Recuérdenme
a las seis". Siempre me asombró aquella relación que se hacía entre la
memoria y la continuación de la existencia.
(-Ernesto Sábato)
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